Ya llegaron a la ciudad de los ricachones, ¿Será que si los aceptan allá en el Monasterio ese? ¿Los reconocerán? ¡Descubranlo en el proximo capitulooo! gracias por leer, comentar y darle me gusta a esta notita de autora :D
Conforme avanzaban, los ojos de Josephine, Lyra y Zacary absorbían cada detalle del puerto donde habían descendido. Era un verdadero espectáculo de ingeniería y belleza: dirigibles de diversos tamaños y colores poblaban el cielo, algunos aterrizando con gracia, otros elevándose hacia otros destinos, quizás las otras islas de los Dominios Elevados. A pesar de ser un puerto, el área resplandecía con pisos de piedra pulida que brillaban bajo el sol, árboles ornamentales estratégicamente dispuestos ofrecían sombras refrescantes, y en el ambiente se sentía toda esa actividad constante.Josephine notó que la mayoría de los transeúntes eran notablemente altos y atractivos, probablemente hombres lobo Alfa nobles, por su porte y movimientos. Entre ellos caminaban druidas con túnicas que ondeaban al viento: algunos en rojo intenso, otros en verde bosque, y varios en azul profundo. Estaban en la tierra de los poderosos, y se notaba en cada detalle que vieran.Las mujeres lucían vestidos elegantes
TREINTA MINUTOS DESPUÉSEl Monasterio Altocúmulo emergió ante ellos en toda su imponente majestuosidad. Era tan descomunal que hacía que el Monasterio Niebla pareciera una casita de barro en comparación. Este se encontraba construido con piedra caliza blanca que resplandecía bajo el sol, y sus torres se elevaban hacia el cielo como dedos gigantescos que intentaban tocar las nubes.Para alcanzar las enormes puertas principales, labradas con símbolos antiguos y protegidas por gárgolas de piedra vigilantes, debían ascender por una amplia escalinata que parecía no tener fin. El camino hacia dichas escaleras estaba flanqueado por árboles de un verde intenso que se mecían suavemente con la brisa, creando un túnel de sombras frescas.El conjunto resultaba tan abrumador e intimidante que los niños se encogieron involuntariamente, y sus pequeños hombros se hundieron como si quisieran hacerse invisibles.—No me gusta aquí, mami... —susurró Zacary, olvidando su anterior actitud de chico valiente.
Malcolm permaneció clavado en su sitio por un momento, como una estatua de piedra, pero luego, impulsado por una fuerza que no podía nombrar o comprender, los alcanzó en dos largas y decididas zancadas.—Toma el anillo —insistió el Alfa con voz tensa—. Sé que me necesitarás. ¡No seas terca, mujer! —las últimas palabras surgieron como un gruñido desde lo profundo de su garganta.—¡Te dije que no lo necesito! —respondió ella, destellando una furia que no quería o más bien, no podía disimular—. Ya vete. Regresa con tu esposa, debe estar esperándote... —añadió Josephine, incapaz de contener el veneno de celos que impregnaba sus palabras.Malcolm gruñó, y fue un sonido primitivo y gutural que hizo que los mellizos se estremecieran. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos mientras la vena de su sien palpitaba visiblemente. Vio cómo Josephine una vez más reanudaba su marcha hacia el monasterio. Ya estaban cerca, comenzando a subir los primeros peldaños de la escalinata de
Malcolm galopaba con firmeza, sosteniendo a la pequeña Lyra delante de él sobre la montura. El viento fresco agitaba sus cabellos mientras ya estaban avanzando por el sendero. Detrás de Malcolm en su montura, iba Zacary y por último Josephine, quien cubría a Zacary para protegerlo durante el viaje a caballo. Para ese momento, se dirigían hacia el lugar donde Malcolm cuidaba de sus caballos, un sitio que para él era más que eso pero que por supuesto, no se lo dijo a la druida y los cachorros.Cabalgaron durante casi una hora, adentrándose cada vez más en la espesura del Gran Bosque. En el camino, los árboles se alzaban imponentes a ambos lados del camino, formando un techo natural que filtraba la luz del sol en pequeños destellos dorados. Josephine sintió un nudo formarse en su garganta cuando pasaron cerca del castillo que Malcolm había construido. Era una estructura imponente que, si bien no rivalizaba con el majestuoso Castillo Wolfcrest, resultaba asombroso considerando el poco tiem
En cuanto terminó de asegurar el caballo prestado, Malcolm regresó a donde Josephine permanecía de pie, esperándolo con el equipaje a sus pies. La luz del atardecer cubría todo el claro con tonos dorados y rojizos, creando un ambiente casi mágico. Josephine lo contemplaba y, sin poder evitarlo, dejó escapar un suspiro profundo. Se sentía extrañamente vulnerable, todo por estar en «ese» lugar.Estaban en el mismo claro donde se habían casado, aunque la cabaña destartalada ya no existía y ahora, ella había regresado en contra de su voluntad con sus dos niños que se encontraban explorando los alrededores con la curiosidad propia de su edad. La casita que Malcolm había construido era un sueño hecho realidad, exactamente como lo habían imaginado juntos años atrás. Y Malcolm... Malcolm lucía hermoso, más varonil de lo que recordaba, con ese aire de autoridad que solo los años le habían otorgado.Mientras él se acercaba a ella con paso tranquilo, Josephine no pudo evitar que los recuerdos inu
Después de escuchar las obstinadas palabras de Josephine, Malcolm la miró fijamente y apretó la mandíbula, tanto que los músculos de su rostro se tensaron visiblemente. Sin embargo, optó por guardar silencio, conteniendo lo que fuera que deseaba decir.—Arriba hay dos habitaciones —dijo en su lugar, rompiendo la tensión que se había instalado entre ellos—. Síganme.De esa manera comenzaron a caminar hacia las escaleras de madera que conducían al segundo piso. Josephine y sus niños lo siguieron sin protestar, mientras los pequeños cuchucheaban entre ellos mientras subían los escalones.—En la cocina hay verduras, harina, huevos y frutos del bosque —continuó Malcolm, señalando brevemente hacia la parte trasera de la casa—. También hay carne seca, aunque si desean algo fresco, mañana puedo cazarles algo cuando venga.—Yo lo haré por mi mamá —intervino Zacary con decisión, irguiendo su pequeño cuerpo y frunciendo el ceño.Malcolm, que iba caminando delante del grupo, revoleó los ojos. Un g
Malcolm sabía que no podía permanecer más tiempo allí. Aquella extraña sensación que lo había invadido cuando besó a la Druida finalmente se había disipado, permitiéndole recobrar algo de compostura. Con pasos medidos y el corazón aún inquieto, se dirigió hacia el pasillo justo cuando Josephine emergía de la habitación donde dormirían los cachorros. Ella no venía sola, por supuesto, apareció flanqueada por sus dos pequeños.—Ya debo irme —anunció Malcolm, sintiendo la mirada de los niños clavada en él como flechas de desconfianza.Josephine, sin poder evitarlo, dejó que sus ojos se posaran brevemente en los labios de Malcolm antes de desviar la mirada con fingida indiferencia. El gesto no pasó desapercibido para él, que sintió un hormigueo en la nuca e inconscientemente se lamió sus labios.—Sí, entonces nos vemos luego, milord Alfa —respondió ella con voz ligeramente ronca, aclarándose la garganta mientras Malcolm asentía.—Vendré mañana para ver cómo están —prometió, intentando que s
—En fin —dijo Malcolm tras un breve silencio, recuperando aquella expresión seria y cortante que había mostrado desde el principio, como una máscara que volvía a ponerse—. Ya conocen el panorama, cachorros —añadió dirigiéndose a los niños antes de elevar su mirada hacia Josephine—. Serán los cuidadores de este lugar hasta nuevo aviso.Malcolm estuvo a punto de mencionar que su oferta de adopción seguía en pie, pero se contuvo. Intuía que tanto los pequeños como la madre seguían igualmente renuentes, así que consideró más prudente hacerles creer que "pagarían" su estadía cuidando de su casa de descanso. Con paciencia, esperaba poder ganarse su confianza poco apoco para que eventualmente aceptaran la adopción, si Josephine llegaba a comprender que esa era la mejor opción que tenían por el momento.No pretendía imponerles a Sarah como madre; la verdad era que él solo necesitaba herederos. Diez años intentándolo constantemente con su esposa sin resultado alguno dejaban claro el problema. E