36. El exilio inesperado
Para cualquier otro habitante del distrito Corona de Niebla, aquel día de primavera transcurría con la misma rutina apacible de siempre. Como todos los días, el aroma de las flores silvestres se mezclaba con el vapor de las calderas en las calles empedradas, mientras los comerciantes pregonaban sus mercancías bajo el tibio sol matutino. Sin embargo, para Josephine Fletcher y sus hijos, cada segundo del reloj marcaba el inicio de un viaje que jamás habían planeado emprender: el exilio hacia Altocúmulo, la ciudad flotante que Josephine jamás pensó pisar, y menos con sus hijos.
—Caminen —ordenó el capitán que los llevaba con voz cortante, señalando hacia la salida del salón con un gesto brusco de su mano enguantada.
Josephine y sus niños obedecieron, mientras que la rubia caminaba con la cabeza erguida y los hombros firmes, aunque por dentro sentía que su mundo se desmoronaba por segunda vez en su vida. Sin embargo, antes de que alcanzaran la salida del salón de la asamblea, una figura fa