30. El parecido que delata
Josephine se giró hacia su hijo y le ofreció una sonrisa que no alcanzó a iluminar sus ojos azulados. Su preocupación no tenía que ver con la reacción de los Omegas ante la comida. Lo que atormentaba su mente era imaginar cómo Malcolm lograría sacar a esos hombres de allí sin causar un alboroto. En silencio, elevaba plegarias a los dioses, suplicando que ninguno de esos Omegas fugitivos fuera Gael, el hermano de Malcolm. Solo deseaba que todo transcurriera en calma, que Malcolm regresara sano y salvo a su hogar, y que ella pudiera continuar con su vida, con las preocupaciones cotidianas que se centraban en su labor como druida y en la interminable tarea de convencer a la Druida Superiora de que, en cualquier momento, Lyra y Zacary manifestarían poderes druídicos.
Esa era la única razón por la que les permitían quedarse en el monasterio. Aunque Josephine sabía, con la certeza dolorosa de quien ha aprendido a leer entre líneas, que cuando sus hijos cumplieran dieciséis años, probablement