29. Bastardos de sangre noble
Los druidas intercambiaron miradas de sorpresa antes de volver a sus posiciones con una nueva urgencia en camino. Siete minutos de esfuerzo más, que a Josephine le parecieron una eternidad, y un segundo llanto se unió al primero. Un varón, más pequeño que su hermana, pero con pulmones igualmente potentes, anunció su llegada al mundo.
Solo entonces Josephine sintió que podía relajarse. Un suspiro profundo escapó de sus labios mientras se hundía en las almohadas empapadas. La paz la inundó por primera vez en meses, a pesar del dolor y el agotamiento que atenazaban cada fibra de su ser.
La Druida Superiora había permanecido en un rincón de la sala, observando todo el proceso con expresión impasible. Cuando el segundo bebé nació, sus labios se fruncieron con evidente disgusto. No era uno, sino dos hijos fruto de lo que ella consideraba un acto de fornicación impura.
Sin permitir siquiera que Josephine disfrutara de estos primeros momentos con sus hijos, la Superiora se acercó al lecho con