166. El primer contacto con el mundo exterior
La segunda mañana de libertad encontró a la familia McTavish despertando con los primeros rayos del sol real filtrándose a través de las copas de los árboles. Los gemelos River y Logan habían dormido profundamente por primera vez bajo las estrellas, acurrucados entre sus padres en improvisadas camas de hojas y mantas. El contraste con las noches artificiales del Distrito de las Sombras era tan marcado que incluso los adultos habían necesitado tiempo para adaptarse al ciclo natural de luz y oscuridad. Durante la noche, se sintieron extraños al ver la oscuridad del cielo, y ahora, al amanecer, ver el sol de la mañana, las nubes y demás fue simplemente algo que jamás darían por sentado.
—¡Mira, mami! ¡El sol, el sol volvió a salir! Ya no está oscuro —murmuró River con esa voz somnolienta de niño pequeño, señalando hacia los rayos dorados que pasaban entre las hojas—. Es como si las piedras de aerolita hubieran subido al cielo y se hicieran gigantes.
Logan se estiró como un gatito, bostez