127. Tres muertes por la familia
Malcolm no esperó ni un segundo más y comenzó a comer, aunque el sabor del estofado le resultaba extraño, no dijo nada al respecto. En ese momento, era como si las papilas gustativas necesitaran tiempo para acostumbrarse a aquellos sabores completamente extraños además, se estaba muriendo de hambre, y con hambre, no hay comida terrible. Mientras tanto, Josephine luchó valientemente contra las náuseas, forzándose a tragar pequeños bocados mientras respiraba por la boca para minimizar el sabor.
—Esto sabe tan raro… —susurró Lyra, aunque continuó comiendo.
—Es comida —respondió Zacary pragmáticamente—. Y tengo mucha hambre.
En ese momento, el Druida Alder entró a la cocina con aspecto de haber dormido incluso menos que el resto del grupo; las pronunciadas ojeras bajo sus ojos lo delataban. Durante la noche no había logrado conciliar el sueño, con demasiadas preguntas dando vueltas en su mente. El hecho de que Josephine fuera realmente una Druida Dorada lo tenía muy pensativo. Él recordab