112. El peso de la justicia
Ajeno a todo lo que estaba sucediendo en su casita en el Gran Bosque, Malcolm descendió de la carroza que lo había llevado desde el puerto de dirigibles hasta el Palacio Real de Aurocanto. El viaje había sido breve pero tenso; cada minuto lejos de Josephine y los niños aumentaba su ansiedad sin saber exactamente por qué, quizás porque justamente esa mañana, su verdadera esposa y sus cachorros estaban nerviosos y le contagiaron eso. Sin embargo, lo que estaba a punto de hacer era crucial para asegurar su futuro juntos.
El Palacio Real de Justicia de Aurocanto era una estructura imponente que combinaba la solidez de la piedra antigua con la ligereza de la aerolita. Sus torres se elevaban majestuosas, coronadas por cúpulas que brillaban con un resplandor azulado bajo el sol de la tarde. Guardias con uniformes escarlata flanqueaban cada entrada, mostrando posiciones tan rígidas como las expresiones de sus rostros.
Malcolm, vestido con el atuendo formal que correspondía a su posición como