—Espero que estés tranquila, ahora que los encontré. — susurro refiriéndome a Sahara.
—Lo está, lo siento en mí ser. — comenta mi tía dándome un beso en la frente. —Gracias, por buscarnos.
Tras media hora de caminata veo a lo lejos una aldea que brilla gracias a las antorchas. Esta es todo lo contrario del pueblo deshabitado, no tienen nada que atraiga la atención. Hasta siento como su intención es esconderse.
—Nuestra manada no puede ser encontrada. Tenemos una cultura muy diferente a las otras naciones. Creemos en la libertad, no todo tiene que seguir las leyes de Luna. —explica Adom mientras pasamos por la entrada humilde de la aldea. —Sabemos que existieron grandes dioses antes que ella y otros seres que fueron héroes que van por encima de ella.
Adom pasa su mano por una tela que decora un hogar. Puedo ver como una loba blanca aúlla a la luna, pero la rodea un aura azul. Debajo de ella hay maquinas gigantes corrompidas y detrás de ella varios seres.
—Mamá.