Tras la boda de Sara, eran las diez de la noche cuando regresé a mi apartamento.
Encontré dieciocho llamadas perdidas en mi teléfono, todas de Elías. También una serie de mensajes:
"Sofía, necesitamos hablar".
"La situación de la manada sigue empeorando".
"La manada Luna de Sangre nos envió un ultimátum esta tarde. Tenemos 48 horas para entregar el territorio".
"La manada de los Colmillos Plateados también mandó gente. Exigen la rendición inmediata".
"Sofía, sé que sigues enfadada, pero no es momento para ser obstinada".
"¡Respóndeme! ¡Es una orden!"
Ese último mensaje me hizo estallar.
¿Una orden?
Bloqueé su número al instante.
A la mañana siguiente, mientras tomaba café, sonó el timbre. Así que me asomé por la mirilla; Marcos y la anciana Gracia estaban fuera.
Abrí la puerta.
—¿En qué puedo ayudarles?
—Sofía, necesitamos hablar —dijo la anciana Gracia, visiblemente agotada—. Sobre el futuro de la manada.
—Ya dije que los asuntos de la manada no me incumben.
—Pero es algo muy serio —M