El escándalo recorrió las manadas como un incendio en campo seco.
Durante años, la historia oficial había ocultado las grietas del sistema. Pero una Omega, una sola, había bastado para abrirlas. Y ahora, todos miraban.
La Manada de Plata negó los hechos. Declaró falsificados los documentos. Señaló a Raúl como instigador de una campaña de desprestigio. Pero ya era tarde.
Los medios se dividieron. Los clanes también. Algunos pedían la renuncia del Rey. Otros, que Luisa fuera expulsada del país.
Y otros, los menos… empezaban a preguntarse si tal vez, solo tal vez, era momento de cambiarlo todo.
En medio del caos, Luisa se mantuvo firme.
No huyó.
No negoció.
No pidió perdón.
Convertida en símbolo, era observada por todos, temida por muchos… y deseada por el poder como nunca antes.
Raúl, en cambio, parecía más distante que nunca. No porque la evitara, sino porque la miraba como si ya no supiera cómo sostenerla entre las manos.
La revolución que desataron juntos tenía un precio. Y él, más qu