Capítulo 28. Latido prohibido.
—Debería existir un manual para saber qué carajos hacer en cada situación de la vida— masculló Salomé, empujando con fuerza los pedales de la elíptica. —Así no tendría que estar pensando tonterías cada vez que se presenta una cosa de estas.
El ritmo del aparato rechinaba en sintonía con su mal humor, y el sudor que comenzaba a pegarle el cabello a la frente al menos la hacía sentir que no había ido en vano.
No sabía si quemaba calorías o frustración, pero al menos ambas ardían igual.
—¿Te enoja haber aceptado? —Vito la observaba desde su bicicleta estática, moviéndose con una calma irritante para Salomé.
Porque se suponía que ambos estaban en una rutina asesina, pero él no parecía tan agotado como ella.
—Me enoja todo —resopló Salomé, aumentando la resistencia de la elíptica como si con eso pudiera ahogar la conversación—. Me enoja que lo acepté, que me importe y que encima tenga que hacer como que no me importa.
Vito se rió al pasar al agua y ella lo odió en ese momento, porque ten