Elías apretó el agarre del maletín.

—Querido Moisés, que suerte tienes el día de hoy. Demuestra que eres útil aún y acaba con ellos— soltó pretencioso hacia el tipo de lentes que afirmó con la cabeza.

—Remir, —demandó el asesor ajustando sus lentes. El sujeto encargado de seguridad apareció enseguida. —Envía a Widden para que haga su trabajo y tú prepara una emboscada para ellos. Cierra entradas, dispara a matar y si entran, que no salgan.

El tipo obedeció al instante.

Elías supo que su auto era inservible, por lo que tuvo que tomar otra ruta y ese sería el helicóptero, como primera opción.

Aunque apenas abrió la puerta que daba al helipuerto, solo pudo ver el artefacto explosivo impulsado desde un vehículo en la pequeña inclinación. El helicóptero se abrió en miles de fragmentos, envueltos en llamas que salieron disparados en distintas direcciones con una violencia monumental.

Elías expulsó el aire, apretó el arma contra su cabeza y rió.

¿En serio creían que esa era su única salid