Sácame de aquí.
Las palabras fueron como un martillo en el pecho de Catalina, golpeando con tanta fuerza que sintió que por dentro algo se quebraba en mil fragmentos.
Durante un instante, el mundo pareció detenerse a su alrededor y solo quedó el eco de esa acusación que pretendía arrebatárselo todo, como si alguien hubiera arrancado el aire de la habitación.
Su corazón se desgarró, latiendo con violencia bajo sus costillas, pero su rostro permaneció imperturbable, un perfecto velo de control que ocultaba la tormenta que se desataba en su interior.
En silencio, se obligó a respirar, a no dejar que el temblor de su alma se reflejara en su cuerpo.
—¿Basas una decisión así en un informe subjetivo? ¿Y quién pagó a esos psicólogos, Luciano? ¿Acaso han tenido siquiera una entrevista conmigo? ¿Acasso me conocen personalmente? —añadió, clavando su mirada en él con una intensidad que lo atravesó como una daga invisible.
Sus dedos se aferraron al borde de la mesa, buscando sostenerse, mientras por dentro gritab