Mi Caty.
Catalina abrió los ojos despacio, todavía confundida entre sueño y realidad.
Por un momento pensó que todo lo ocurrido la noche anterior había sido un sueño... pero bastó con girar la cabeza para recordarlo.
Julián dormía al otro lado de la cama, de lado, con una mano bajo la almohada y la camisa arrugada.
El simple hecho de verlo allí, tan cerca, le provocó un vuelco en el pecho.
Había en él una paz que contrastaba con su propio desorden interno, una serenidad que parecía alcanzarla sin tocarla. Lo miró unos segundos más, conteniendo el impulso de rozarle la mejilla, como si temiera romper la fragilidad de ese instante.
Habían pasado tantas noches sin descanso, tantas noches en vela, tantas batallas sin tregua, que aquella calma se sentía casi irreal.
Pero era real.
Lo observó como quien contempla algo sagrado, con cuidado, con respeto.
Por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo de cerrar los ojos, ni la necesidad de huir antes de que todo se derrumbara otra vez.
Se incorporó c