Esto solo es el principio.
Un murmullo de indignación atravesó la sala como una ola, creciendo hasta convertirse en un caos de voces ahogadas. Algunos jadeos, otros insultos entre dientes.
Los periodistas tomaban notas frenéticamente, los flashes estallaban sin descanso.
Luciano se levantó de golpe, y la silla cayó hacia atrás con estrépito.
—¡Eso es mentira! ¡Lo compraron! ¡Todos lo están! —vociferó con la voz quebrada, los ojos desorbitados y la respiración agitada.
El juez golpeó el mazo con fuerza.
—¡Orden en la sala! —exclamó, aunque su tono sonaba más a advertencia que a autoridad.
El ruido se apagó poco a poco, dejando un silencio casi irrespirable.
Todos comprendieron que el hombre que alguna vez lo compró todo… acababa de perderlo todo.
Catalina cerró los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, su respiración volvió a ser tranquila.
Julián la observaba