Capítulo Cinco: El paciente rebelde

Tres años después.

Lana salió del quirófano, hacia el cuarto de enfermeras de descanso, se quitó la ropa médica, y se lavó las manos, desinfectándolas, miró el reloj, casi finalizaba su turno, estaba tan agotada, no había dormido bien los últimos días

—Buen trabajo —dijo el doctor Pereyra y no dudó en acercarse a Lana—. Lana, te llevo a casa.

—No, gracias, doctor, no es necesario.

—¡Doctor! —exclamó la señorita Dean con una voz alarmante—. ¡Llegaron pacientes heridos, uno de gravedad! Necesita cirugía.

El doctor Pereyra abandonó todo lo que hacía y salieron de prisa.

Lana siguió en lo suyo, dispuesta a irse.

Caminó por el pasillo, observando como llevaban al paciente más grave a urgencias, donde el doctor Pereyra ingresaba para operar, luego vio por el otro pasillo a dos hombres ser trasladados, de pronto se quedó detenida, como congelada

—¿Qué pasa? ¿Nos vamos? —exclamó su amiga Melanie

Lana se quedó pensativa, como si tuviera un mal presentimiento, pero luego aceptó, salieron del hospital general de Ovyu.

Lana había trabajado con el doctor Luna durante todo un año, pero luego, quiso estudiar para ser una enfermera profesional, apenas logró juntar algo de dinero, el mismo doctor Martin la ayudó a inscribirse para aplicar a un examen de enfermería con una beca completa, y pronto ella aprobó, cumpliendo su sueño, viajando de vuelta a Ovyu a la escuela de enfermeras de Esla, donde estudió y ahora recién graduada, estaba trabajando como una profesional.

—Anda, Lana, vamos a esa cafetería, necesito conocer a ese chico, pero si no resulta, quiero tenerte ahí para salir corriendo.

Lana la miró con algo de estrés, pero terminó aceptando, Melanie era su amiga y no se perdonaría si algo malo le ocurría y ella no estaba para verlo.

Caminaron hasta aquella cafetería que además tenía una terraza frente al mar, se sentaron en dos mesas diferentes, porque Melanie esperaba a aquel galán que conoció en una aplicación de citas a ciegas, cuando lo vio llegar, sus ojos se iluminaron, Lana lo vio de reojo, era un tipo atractivo para la vista, pero quién sabe si sería alguien amable, se sentó en la mesa de Melanie, y Lana vio como comenzaron a conversar.

Lana bebía un café helado, mientras observaba su móvil, de pronto recibió un mensaje de Melani

«Es un chico lindísimo, me quedaré con él, te llamaré más tarde»

Lana pagó su cuenta y se fue, caminaba por las calles, y se detuvo a observar el atardecer en el muelle, frente al mar, sentía la brisa sobre su rostro, el cielo estaba aún pintado de un azul celeste, que les recordó a los ojos de ese hombre

«Mi ex esposo» pensó, negó en su mente, ella ya no pensaba en él, en ningún momento, excepto cuando era la noche y debía ir a dormir, o cuando estaba sola con sus pensamientos, entonces su voz se colaba en su interior, pidiéndole que firmara el divorcio, no, ella nunca pensaba en él, solo en días como hoy

—Hermosa alegría de verano, ¿No lo crees?

Esa voz la sacó de sus oscuros pensamientos y cuando miró al lado observó a ese joven, era muy atractivo, de cabellos castaños, y ojos tan azules, como los que ella recordaba, sonrió ruborizada y miró atrás para confirmar si hablaba con ella

—Sí, es un hermoso verano —dijo con suavidad

—Me llamo Terrance Ellis, pero me puedes llamar Terry.

—Me llamo Lana Randle.

Terry y Lana se sentaron en la orilla del muelle, platicaron de muchas cosas, sobre ideas, sueños imposibles, y todo aquello que les daba curiosidad, como si se conocieran de hace tanto tiempo, y Lana sintió que estaba al lado de un gran hermano, que estaba con alguien familiar, mientras Terry pensó, al mirar sus ojos, que había encontrado a su alma destinada.

Al día siguiente, cuando Lana llegó a trabajar, escuchó por mucho tiempo a Melanie sobre lo extraordinaria que había sido su cita, ella misma sin planearlo, había tenido su mejor cita al lado de Terry Ellis y estaba ilusionada, pero no lo diría, no le gustaba hablar de su vida privada, y prefería mantearlo en secreto, porque podría ser solo un espejismo, después de todo no quedaron más en verse, ni siquiera intercambiaron números de teléfono, así que, era probable que nunca volviera a verlo.

De pronto, una de las enfermeras más nuevas llamada Chloe, entró y se echó a llorar frente a ellas, parecía pálida y temblorosa, sollozaba sin cesar, la observaron inquietas y se acercaron a ayudarla

—¡Chloe! Calma, ¿Qué ha pasado? —preguntó Lana al verla tan mal

—¡Ese tipo, es un… desgraciado!

—¿Qué? ¿De quién hablas?

—Del nuevo paciente vip, me humilló, me gritó horrible, luego me acusó solo de ser una vil mujer libertina, ¡Lo detesto! No quiero atenderlo más.

La puerta se abrió, y la señorita Dean, jefa de enfermeras entró demasiado molesta

—¡¿Qué crees que haces, Chloe?! ¡Vuelve a la habitación vip y atiende al paciente o lo pagarás con tu cabeza! ¡Te despediré!

—¡No, por favor, señorita Dean! Juro que necesito el trabajo, pero, ese hombre, me da mucho terror, por favor, es como un monstruo, no me obligue a atenderlo —exclamó con una súplica en su voz

—No puede obligarla a atender a un paciente que se esta pasando de cruel —sentenció Lana y Melanie le hizo gestos de que debía callarse

—¡¿Qué pretendes, Lana?! Si tanto quieres defender a Chloe, ¿Por qué no vas tú misma y lo atiendes?

Lana la miró severa

—¿Y por qué si usted es nuestra jefa, incluso debe ver por nosotras y nuestros derechos, no hace nada por ayudarnos?

En el momento en que las palabras salieron por su boca, el rostro de la señorita Dean se puso rojo de rabia

—¡Ahora es una orden, Lana Randle! Vas a ir a atender a ese paciente tú misma, o de lo contrario, voy a despedirte del hospital.

Lana la miró con furia, esa mujer era cruel y holgazana, pero ella no temería de un paciente, no lo hizo nunca, y no lo haría ahora.

—Lo haré, pero después hablaré con el doctor Pereyra, y pondré una queja sobre usted.

La señorita Dean la miró con estupor, Lana tomó la carpeta del paciente y caminó rumbo a la habitación vip

—Claro, si sales bien librada de esto —dijo la señorita Dean sonriente y con la mirada llena de maldad

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