Capítulo Seis: Hola, querida ex esposa

Lana caminaba de prisa y cuando estuvo a punto de llegar, miró a dos guardias delante de la puerta de la habitación vip, aquella habitación era especial, solo los pacientes más acaudalados económicamente podrían tener acceso a ese lugar, y eran los primeros en ser atendidos. Ella se detuvo para echar un vistazo al estado clínico

«Paciente de treinta y dos años, con ceguera total, lesión superficial por instrumento punzocortante en accidente automovilístico y herida superficial en la frente»

De pronto, leyó el nombre del paciente y sintió un vértigo que la hizo sostenerse de la pared, haciendo caer el expediente al suelo, provocando las miradas intrigantes de los guardias, sintió que su mundo colapsaba, que estaba a merced de un descontrol emocional

«¡Dios mío! No puede ser» pensó tan impactada, sintió que sus manos temblaban de estupor

Lana se apuró en levantar de nuevo el expediente y volver a leer el nombre del paciente, ¿Acaso podría ser un homónimo? No podía creerlo, ¿Cuántos Aaron Greene podría haber en el Mediterráneo y en Esla? Su respiración se volvió irregular, ¡Era él! Y estuvo casi segura, de pronto tomó el expediente con fuerza, incluso estuvo a punto de volver, pero no lo haría, si era él o no, ya no importaba

«Aaron Greene no tiene nada más que ver en mi vida, y yo no tengo nada que ver con la suya, incluso si es él, eso no me importaría» pensó, excepto al saber que estaba ciego, ella no entendía nada, se apuró a entrar y un guardia abrió la puerta de la habitación dejándola entrar

Ella entró despacio, dejó a un lado el expediente para mirarlo, abrió ojos enormes, sí, ¡Era Aaron Greene! Pudo observar su rostro, tenía ahora una ligera barba oscura, su piel seguía blanca y tersa, y sus ojos parecían tan azules, seguía siendo la encarnación de un Dios griego tan atractivo, pero ya no había el brillo de siempre, su mirada estaba perdida, era un azul hielo, se notaba que estaba molesto, podía notarlo en la forma que apretaba su mandíbula cuadrada, y arrugaba el gesto, formándose una pequeña vena en su frente, ella pudo notar su herida recién curada, pero que necesitaba limpiarse, lo miró con dolor, sí, le dolía verlo así, nunca deseó que su futuro fuera oscuro, y ahora se preguntaba por su esposa, ¿Dónde estaba Lilian Paz ahora? Era la mujer que él amaba, la mujer por la que lo dejó todo, ¿Dónde estaba ella? ¿Acaso no era el deber de una buena esposa estar al lado de su marido en momentos como este?

Aaron Greene estaba sentado sobre aquel colchón, con la mirada perdida, moviéndose de un lado a otro, en completo silencio, como si estuviera atento a sus movimientos, podía oler su fragancia, podía sentir su presencia

—¿Quién eres? —exclamó confuso, con voz fuerte y ronca, que sonaba furiosa

Ella sintió mucho miedo, y escuchar su voz luego de esos años solo aceleró su corazón

—Yo… —titubeó—. Es hora de sus curaciones, soy enfermera.

—¡Largo! No quiero nada —sentenció de mal humor

Ella le miró confusa

—Lo siento, debo hacer mi trabajo.

—¡He dicho que te largues! —gritó con tal fuerza, que incluso ella pegó un buen susto, no lo esperaba, el hombre parecía demasiado rabioso, y ella no entendía la razón de su terrible actitud

Lana respiró profundo, y caminó hacia él, observando como Aaron intentaba adivinar sus movimientos

—¿Acaso eres una enfermera sorda? ¿Crees que te necesito?

—Es mi trabajo, señor Greene, y voy a atenderlo —sentenció con firmeza.

Ella tomó un poco de alcohol y lo puso en una almohadilla de algodón, acercándola a su frente, pero él lanzó un manotazo tan fuerte que lanzó aquella almohadilla al suelo, haciendo que Lana se quejara del dolor que le infringió en su brazo

—¡He dicho que te largues, miserable oportunista! ¡Si crees que has de recibir una recompensa por ayudar a un ciego, te aseguro que no ganarás nada! Haré que te despidan, me oyes, ¡Lárgate, antes de que acabe contigo! —sus gritos eran tan perturbadores, su rostro blanco estaba enrojecido, y ella podía ver como la rabia estaba explotando en él, Aaron quería que se largarán, que se alejara de él, pero ella ya no lo obedecía

—¡Ya basta! Deje de comportarse como un mocoso malcriado, aquí solo lo atendemos porque paga por ello, porque está herido, no crea que queremos hacerlo, todas las enfermeras le temen, y a muchas nos gustaría abandonarlo a su suerte, pero, lo atenderé quiera o no —exclamó con firmeza, dejándolo atónito, de pronto el tono de su voz, el olor a su perfume, Aaron sintió que viajó años en el pasado, en un solo segundo, y cuando estiró la mano, siguiendo el sonido de su voz, pudo tocar el brazo de Lana, con tal fuerza que la arrastró hacia él, haciéndola caer en sus brazos, ella luchaba, aquel hombre parecía más fuerte que nunca, por el tono de su voz él previó donde estaba, y así pudo sostenerla, pero Lana, que no esperaba semejante reacción, no fue tan hábil para huir de él—. ¡Suélteme!

—Repite todo lo que dijiste, eh, ¿Te comió la lengua un ratón? Ya no eres tan valiente, después de todo, ¿Cierto? Espera… —dijo él, ella estaba cerca de su rostro, pudo ver bien su rostro y sus ojos tan azules como el cielo que miró ayer—. Yo te conozco, ¿Verdad?

Ella tembló asustada, aún sintiendo como apresaba su mano, Aaron la tomó con fuerza llevándola a su rostro, a su nariz y la olfateó, ella le miró casi con terror, al sentir su cálido aliento sobre su piel, sintió que su corazón latía, que se estremecía entre sus brazos

—¡Aléjese!

—Yo sé quién eres tú —dijo Aaron y ella logró liberarse de él, mirándolo irresoluto

 —Eres Lana… ¡Lana Randle! ¿Cierto?

Ella tragó saliva, mirándolo con grandes ojos

—Yo… —Lana titubeó temerosa de que él fuera capaz de reconocerla, ¿Acaso la recordaba? ¿De verdad?

—Hola, querida ex esposa —dijo Aaron sonriente—. ¿Cómo llegaste hasta aquí? —exclamó con algo de burla e ironía en sus palabras

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