En el hospital, Valeska estaba junto a Lisandro, con Adrián jugando en una manta en el suelo. Goran estaba sentado cerca, revisando su teléfono con el ceño fruncido. Los videos virales que habían expuesto a Iskra seguían circulando, con titulares que la llamaban «la reina de las mentiras». Pero Valeska no podía relajarse.
Había algo en Lisandro, una calma demasiado calculada, que la hacía mirarlo dos veces. No era el hombre vulnerable de semanas atrás. Sin embargo, después de todo lo que habían pasado, decidió confiar en él. Era su familia, y eso valía más que cualquier duda.
—¿Crees que Iskra se rendirá ahora? —preguntó Valeska, mirando a Lisandro. Su voz era firme, pero había un rastro de preocupación.
Lisandro sonrió, con esa expresión que ocultaba más de lo que mostraba. —Iskra no sabe rendirse —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero se quedó sin cartas. Los medios la destrozaron. —Por dentro, sabía que su plan estaba funcionando. Había filtrado los videos a través de Miller, y ahor