—Ya, ya, mejor lo preparo yo hoy y ustedes me ayudan —dijo Lucía, que había estado observando la escena divertida.
Con esta decisión final, los dos dejaron de protestar.
Carlos y Talia sabían que Lucía era meticulosa en su investigación, pero no imaginaban que fuera igual de exigente en otras tareas.
Algunas carnes y verduras debían lavarse por separado; había que saber distinguir las hojas que parecían verdes pero ya estaban demasiado viejas; el ángulo para cortar la carne, si en horizontal o vertical; cómo identificar la textura de la carne... todo tenía su técnica.
Talia y Carlos, que nunca habían puesto un dedo en el agua en sus casas, se encontraron corriendo de un lado a otro sin quejarse, más bien como si hubieran descubierto un nuevo continente, asombrados con cada detalle.
Cuando toda la comida estuvo lista, habían pasado dos horas.
Talia, con las manos en la cintura y mirando la abundante cena, adoptó una expresión de ligero orgullo: —¡Qué talentosa soy! ¿Realmente preparé to