Capítulo 709
En el frío invierno, en ese viejo complejo residencial, después de las nueve ya casi no había gente. Las farolas cercanas funcionaban intermitentemente, así que Daniel, preocupado por su seguridad, bajaba puntualmente a esperarla siempre que podía.

Aunque la hora de llegada de Lucía no era fija, la diferencia solía ser de apenas veinte o treinta minutos. Hoy, sin embargo, se había retrasado dos horas completas. Y además, había bajado del coche de Jorge.

Él supuso que algo debió haber ocurrido en el camino.

El viento nocturno soplaba, trayendo consigo oleadas de frío. Daniel, viendo que la punta de su nariz estaba roja por el frío, dijo:

—Vamos, hace demasiado frío aquí fuera. Entremos primero y luego hablamos.

Lucía asintió, sopló aire caliente en sus frías palmas y luego se volvió para despedirse de Jorge.

Bajo las luces nocturnas, las dos siluetas caminaron lado a lado, con un ritmo asombrosamente sincronizado.

Las luces sensibles al movimiento del pasillo se encendieron piso por pis
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