—Yo tengo la cara dura y no me da vergüenza, pero me preocupa que los parientes pregunten: '¿Vives en un barrio tan bueno y ni siquiera tienes lavadora?' No puedo decirles que no tenemos dinero, que mis padres nos ayudaron con la casa y ya no pueden más, y que mis suegros tampoco han podido ayudar mucho...
—Cuando estos parientes se vayan después de la fiesta, irán contando chismes por todos los pueblos. A Johan y a mí no nos importa, total casi nunca volvemos allá, pero me preocupa que usted pierda la cara, mamá. Aunque claro, si a usted no le importa, estaré encantada de recibir a los familiares. ¡Ya sabe que me encanta el bullicio! —concluyó Tatiana con una sonrisa radiante, esperando la respuesta de la anciana. Aunque por dentro pensaba: "¿Están locos? Apenas nos mudamos y ni hemos disfrutado la casa, ¿voy a dejar que esos paletos se queden? ¡Solo un idiota aceptaría!"
Fabiola entrecerró los ojos. —Ya que te acabas de mudar y no tienes todo listo, mejor lo dejamos. Es mi cumpleaños