Álvaro salió de edificio donde estaba su oficina y se encontró a boca jarro con su madre que venía entrando.
—Te estuve llamando, no contestaste mis llamadas —lo reprendió suavemente, mientras le daba un beso en la mejilla.
Álvaro hizo un gesto instintivo buscando su celular y no lo encontró en sus pantalones ni en su saco.
—No tengo mi celular —dijo pensativo— no sé dónde lo dejé. Debo volver, se me ha de haber quedado en la oficina.
—Te he llamado desde hace más de una hora.
—Lo siento, me olvidé completamente de mi celular, ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que lo tuve.
—Te acompaño, quiero hablar contigo y pensaba que podíamos almorzar juntos, ¿puedes?
—Me encantaría —sonrió Álvaro—, sabes que para ti siempre estoy disponible.
Subieron al ascensor, la mujer se tomó del brazo de su hijo y este acarició suavemente su mano. Sonrió.
—Hoy te vi en la clínica —le dijo la mujer mirando el rostro de su hijo para ver su reacción.
—No sabía que estabas allí —contestó sin expresi