Álvaro se sintió satisfecho, los celos de Sebastián eran celos enfermos, nada comprobable. Aunque todavía le daba vueltas la mirada extraña de Lidia a su hijo. ¿Qué era lo que ocultaban? Sus 15 años trabajando en todo tipo de casos no habían sido en vano. De algún modo debería averiguarlo. Sarah le tomó la mano. Él la miró confundido.
—¿Está bien?
—Sí, sí, disculpa, estaba pensando en algo. ¿Me decías?
—No, es que como se quedó así… ¿Dije algo malo?
—¿Tú? —sonrió confiado— Para nada, al contrario, estuviste perfecta.
—La sesión se abrirá mañana a las nueve en punto —avisó el Juez.
—Señor Magistrado —Sebastián se apresuró en hablar antes que terminar