Álvaro llevó a Sarah en su auto el primer día de audiencia. El médico extendió un certificado con el diagnóstico de la joven, para ser presentado en tribunales, en caso que quisieran dejarla detenida por considerar que ella sería “un peligro para la sociedad”, cosa que, obviamente no era así.
Al detener el auto, Sarah miró hacia el enorme edificio con miedo. Álvaro le acarició el rostro con suavidad para llamar su atención.
—No temas, no pasará nada.
—Sebastián llegará hasta las últimas consecuencias.
—Yo también.
—Pero usted no tiene ninguna obligación.
—Lo hago porque quiero hacerlo y eso es una muy buena razón, Sebastián no ganará esta vez.
—Gracias —los ojos de la joven se llenaron de lágrimas.
—No llores, por fav