IGNACIO
Después de aquel fin de semana maravilloso con Monserrat, sentí que ya no podía seguir callando. Habíamos reído, descansado, recordado lo mejor de nuestra historia y hasta me permití olvidar por unas horas el peso que llevo en el pecho desde hace semanas. Pero la verdad siempre vuelve, y cuando veía su mirada llena de amor, su entrega sincera, me dolía más no contarle nada.
Mientras conducía de regreso a casa esa noche de domingo, con la carretera iluminada por las luces bajas del coche y el silencio cómodo que compartíamos, decidí romper con el miedo.
—Montse… ma&n