CAPÍTULO 85
MONSERRAT
Nunca había pensado que un viaje de trabajo podría convertirse en un campo minado de emociones. Ignacio no podía acompañarnos por compromisos con la empresa de transporte, así que me pidió representar a Belmont Motors en la inspección de nuevas pistas en los Emiratos Árabes. Era una oportunidad única: esas instalaciones eran un prodigio de la ingeniería, y estudiar la posibilidad de incluirlas en el circuito mundial era un paso estratégico.
Llegué puntual al hangar donde el avión privado de la escudería esperaba. Saludé al personal y, al subir por la escalerilla, me encontré con la primera sorpresa del día: sentada en uno de los sillones de cuero, luciendo como si hubiera salido de una portada de revista, estaba Irina.
Casi no la reconocí. Su cabello rubio platino brillaba bajo la luz artificial, su rostro mostraba ángulos más marcados, como si el tiempo la hubiera esculpido a propósito para ser aún más llamativa. Llevaba un conjunto impecable, postura erguida y