CAPÍTULO 155
JULIAN
Han pasado tres días desde que Monserrat fue a la comisaría con Lucrecia. Todo se movió más rápido de lo que esperábamos. La denuncia, las pruebas, los correos… todo apuntaba directamente a Carlos Anderson. Desde entonces, la policía no ha parado de rastrearlo. Lo último que supimos es que intentó salir del país por tierra, pero lo detuvieron antes de cruzar la frontera.
Estoy en la puerta de la comisaría, esperándola. Monserrat sale del auto con paso firme, aunque sus ojos delatan el cansancio. Lleva el cabello recogido, y en su rostro se mezcla la tensión con una calma forzada. Me acerco enseguida y le tomo la mano.
— ¿Estás lista? —pregunto en voz baja.
— Sí. —Asiente sin mirarme—. Quiero terminar con esto de una vez.
Entramos juntos. Dentro, el ambiente es tenso, cargado de murmullos. Los policías van y vienen con carpetas en mano, y en una de las oficinas de vidrio puedo verlo: Carlos, esposado, con la mirada perdida y una sonrisa cínica que me provoca un nud