CAPÍTULO 145
MONSERRAT
No pude decirle que sí a Julián. Simplemente no pude.
Y no dejo de pensar en su cara cuando se lo dije, en esa mezcla de comprensión y tristeza que me rompió el pecho. No quiero lastimarlo. No quiero que sienta que lo rechazo. Pero algo dentro de mí… no me deja avanzar. No me entiendo, y eso me frustra más que cualquier auditoría o problema empresarial.
Intento concentrarme en otra cosa. Hoy, al menos, tengo un motivo alegre para salir de la oficina: nos reunimos con Claudia y Elena para ver los vestidos de novia. La boda de Claudia y Juan está cada vez más cerca, y la emoción en su voz cada vez que menciona la palabra boda es contagiosa.
Salgo de la oficina con prisa, estoy contenta de ver a mis amigas. El sol de media mañana ilumina la ciudad, y me repito que hoy no voy a pensar en Julián. Hoy sólo seré una amiga.
Cuando llego al atelier, las dos ya están esperándome. Claudia parece a punto de explotar de alegría, y Elena, como siempre, la sigue con esa sonri