CAPÍTULO 146
JULIAN
Esta temporada está llegando a su fin.
Y, en muchos años, siento una calma extraña. No la euforia de siempre, no el vértigo de ganar, sino una serenidad que me deja pensar que quizás, al fin, las cosas están en su lugar. Voy primero en el campeonato. Prácticamente nadie puede quitarme el título. Si todo sale como lo planeado, me retiraré en la cima, con el rugido de los motores grabado en la piel.
Estoy solo en los boxes. Es raro.
Por lo general, a esta hora ya hay técnicos corriendo, cámaras, periodistas husmeando, pilotos saludando. Pero hoy no. Hoy hay un silencio casi solemne, apenas interrumpido por el zumbido lejano de alguna máquina.
Me apoyo en la baranda metálica y respiro hondo. El aire huele a combustible, a caucho…
Y entonces la escucho.
Los pasos.
Tacones.
Firmes, decididos, acercándose desde el pasillo.
Ni siquiera tengo que girar para saber quién es.
Podría reconocer su andar en medio de una tormenta.
Cuando la veo aparecer, se me seca la boca.
Mons