CAPÍTULO 144
JULIAN
La temporada va bien. Mejor de lo que esperaba cuando empecé a entrenar este año: buenos tiempos, podios, contratos que me permiten respirar sin la sensación constante de estar al borde. En el box, mis mecánicos se ríen con ganas; en la prensa, algo de atención; en el alma, una calma rara que no tenía desde hace tiempo. Aun así, ninguna victoria tapa lo que siento por Monserrat. Ninguna vuelta rápida sustituye una charla con ella. Ninguna bandera a cuadros me da la seguridad de su mano en la mía.
Es sábado por la noche y el circuito está lejos. Yo estoy en la ciudad, sin prisa, y de pronto me encuentro conduciendo hacia su barrio con una idea imprudente en la cabeza: tocarle el timbre, sorprenderla, sacarla de la oficina mental donde la veo siempre perdida entre números y papeles. Quiero verla reír de otra manera, quiero que el peso de la empresa se rompa por unas horas.
Marco su número en el móvil y espero que me conteste. La escucho, esa voz que a veces me hace t