CAPÍTULO 141
JULIAN
Estoy decidido a esperar a Monserrat.
Entiendo sus miedos, entiendo por qué no confía en mí y, aunque en el pasado me hubiera frustrado esa desconfianza, ahora me siento distinto. Estoy dispuesto a dar todo de mí para que vuelva a creer, para que sepa que no estoy jugando, que lo que siento no es un capricho pasajero ni una emoción que se apague en unas semanas. No. Lo que tengo por ella es más grande que todo lo que he vivido antes.
Nos estamos preparando para las últimas carreras de la temporada. Hay tensión en el ambiente, todos los equipos están afinando detalles, y la presión se siente en cada tuerca, en cada revisión de motor. Hoy temprano, mientras caminaba por los boxes, me encontré con Santiago, mi jefe de mecánicos. Él siempre ha sido de pocas palabras, pero cuando abre la boca, cada frase suya pesa.
— Estás más callado de lo normal, Julián —me dice, ajustando un manómetro—. ¿Qué traes en la cabeza?
Lo miro, respiro hondo y lo suelto de golpe.
— Estoy pe