MONSERRAT
Llegué temprano a la oficina aquella mañana. El aire estaba denso, como si la tensión de la noche anterior todavía flotara en los pasillos de Belmont Motors. Apenas crucé la puerta principal, sentí todas las miradas puestas en mí. Secretarias, ingenieros, administrativos… todos parecían esperar alguna señal de mi parte.
No hizo falta preguntar demasiado: Carlos ya había presentado su renuncia. Una carga menos. Una amenaza menos. La sola noticia me arrancó un suspiro que no recordaba haber contenido. Me permití unos segundos de alivio en medio de mi propia oficina, apoyando la espalda contra la silla y mirando el techo.
No quer&iacu