CAPÍTULO 115
CARLOS
Siento la respiración del edificio como un latido propio cuando baja la noche. A la ciudad le cuesta dormir y a mí también; la oscuridad es el mejor telón para hacer las cosas que nadie debería ver. Sé perfectamente qué pasa en Belmont Motors: las piezas están donde quiero que estén, los nombres aparecen donde los necesito y, lo más importante, los bolsillos se abren cuando yo digo. Pero también sé que cuanto más se involucre Monserrat en la presidencia, más rápido va a empezar a mirar las cosas con ojos de propietaria y no de invitada. Y cuando lo haga, va a encontrar números que no cuadran, movimientos contables que parecen poesía para los incautos. Por eso debo jugar con calma: dejar que vea lo que quiero que vea, y ocultarle lo que me interesa ocultar hasta que sea demasiado tarde para volver atrás.
Hace meses que empecé a limpiar la empresa a mi manera. No tengo escrúpulos con los cambios; si una pieza no me sirve, la saco sin remordimientos. Muchos de los que