CAPÍTULO 113
JULIAN
La tarde cae lenta, bañando de tonos dorados la sala de Leonardo. Nunca imaginé que vería a mi amigo en este papel: sentado en el sofá, con una mamadera en la mano, intentando alimentar a una bebé diminuta que no deja de mover sus manitas en el aire. Me parece surrealista, y al mismo tiempo conmovedor.
—Me parece increíble verte en este nuevo rol de padre —le digo con una sonrisa que mezcla sorpresa y admiración.
Leo levanta la vista hacia mí, y en su rostro hay un brillo distinto, uno que no le conocía. El de alguien que encontró un nuevo sentido a todo.
—Créeme, a mí también me parece increíble —responde riendo bajo, mientras acomoda la mamadera en la boquita de Sofía—. ¿Quieres intentar cargarla y darle tú la mamadera?
Dudo. No porque no quiera, sino porque me siento torpe. Nunca he tenido un bebé en brazos, mucho menos con la responsabilidad de alimentarlo.
—¿Estás seguro? —pregunto, notando que mi voz sale más insegura de lo que pretendía.
Leo asiente, convenc