Naia Ortega a sus veintidós años creyó conocer amor, pero a los veinticuatro entendió que no fue así. Los golpes, los insultos y la humillación fueron parte su día a día desde que se fue a vivir con un hombre que pensó conocer, a un país que no es suyo. Tras la última golpiza que se originó porque bebé lloraba demasiado decidió por fin huir con todo lo que poseía y lo único que le importaba: su hijo. Asustada, herida y con la zozobra de ser encontrada decide irse lejos, a una nueva ciudad en busca de una nueva vida. Matthew Garner a sus treinta y cuatro años es un prominente empresario en la industria de la siderurgia, todo lo que le importa y preocupa se relaciona en torno a los negocios. Tras un accidente en el que su coche atropella accidentalmente a una mujer que lleva en brazos a un bebé y ésta quedar inconsciente sobre el pavimento, su abogado, quien en ese momento le acompaña, le vaticina demandas y graves consecuencias. Él decide hacerse responsable, llevarlos al hospital y ofrecer una considerable indemnización para solucionar el problema. Sin embargo, al despertar, ella sólo le pide dos cosas: trabajo y un lugar en donde pueda vivir con su bebé. Naia está dispuesta a hacer todo por su hijo, ahora lo único que desea es creer que un ser humano puede reinventarse, superar la adversidad y en especial volver a empezar, más si se trata de una madre que intenta proteger a su hijo a toda costa.
Leer más—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.
Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.
—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!
Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.
—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.
La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.
—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó muy bien las cuatro horas y media de viaje.
Naia volvió a observar a la mujer, no comprendía por qué le estaba hablando cuando si ni siquiera la conocía, mucho menos lograba comprender por qué estaba siendo amable con ella. Se levantó de su silla, tomó la pequeña maleta para acomodarla en su espalda y procedió a descender del autobús dejando atrás a la anciana.
— ¿Tu hermano te dijo por qué no llegó a tiempo para viajar con nosotras? —preguntó otra mujer mayor a quien parecía ser su hija.
—Dijo que un hombre estaba desesperado buscando a su hijo, al parecer una loca se lo robó y entonces hizo un gran escándalo porque estaba buscándola, con todo ese alboroto Tom se distrajo y no alcanzó a llegar a tiempo —respondió la joven mujer—, pero abordará el siguiente bus.
Naia empezó a temblar, aquellas palabras no iban dirigidas a ella, pero sin que se lo confirmaran sabía que era la protagonista de aquel comentario. Elevó la capucha de su chaqueta acolchada intentando ocultar su rostro. Caminó sin un lugar al cual ir, lo único que deseaba era alejarse lo máximo posible de Detroit, el único problema es que el poco dinero que tenía en sus bolsillos sólo le había alcanzado para pagar un pasaje hasta Pittsburgh. No tenía información de esta ciudad, ni nadie con quien pudiera contar, pero era igual con cualquier ciudad en Estados Unidos, un país que no era el suyo. Sólo abordó el primer bus que le permitiera alejarse lo más pronto posible.
Notó que un hombre la miró con curiosidad, así que intentó cubrir más su rostro, una mujer de origen latino como ella resaltaba más de lo que deseaba. Decidió salir de la central de autobuses en busca de algo de leche tibia para su bebé. Llevaba días sin comer bien y sus senos ya no producían la cantidad suficiente para saciar a su pequeño Leo.
Frente a una cafetería rebuscó entre los bolsillos, contó los escasos billetes y monedas que atesoraba, lo único que le restaba eran siete dólares con cincuenta centavos. Sus ojos se llenaros de lágrimas, dio la vuelta para alejarse mientras atravesaba la calle sin percatarse que un auto se acercaba con un conductor distraído.
—Diablos Steve, ese es tu maldit0 trabajo, eres quien debe encargarse de ese tipo de problemas, no pretendas que yo solucione todo —vociferó Matthew con evidente enfado al tiempo en que golpeó el manubrio de su auto—. Esos empleados, despídelos, son unos holgazanes, ¡sólo despídelos! —gritó enfadado mirando a su acompañante sin percatarse de lo que había delante de su camino.
— ¡Detente! —exclamó Steven, el abogado que le acompañaba, cuando notó que alguien estaba cruzando la calle por el lugar incorrecto.
Matthew giró su cabeza tan rápido como le fue posible evidenciando el porqué de aquella advertencia. Su pie presionó rápido el freno mientras sus manos intentaron desviar el automóvil, pero a pesar de sus esfuerzos alcanzó a golpear a un transeúnte.
Luego de una maldición y el susto golpeando su pecho, se apresuró a ver si había matado a alguien.
— ¡Dios mío! La demanda de los empleados del sindicato será lo de menos comparado con esto.
—Si no vas a ayudar es mejor que te calles —espetó Matthew mientras se acercaba a aquella persona en el suelo.
— ¡Dios mío es una mujer! y ¿ese es un bebé? —sollozó el abogado llevando sus manos al rostro, mientras una nueva gran maldición surcó los labios carnosos del otro hombre alto, de cabello castaño con tonos rojizos y ojos azules que observaba muy asustado la escena. —No sólo perderás la licencia, deberás atravesar una demanda y tal vez varios años de cárcel —agregó.
—Ya te dije que si no vas a ayudar no digas nada, eres mi abogado ¿no?, se supone que te pago para defenderme, ese es tu trabajo, ahora ayúdeme a subirla al auto, debemos llevarla al hospital.
—Pero...
—El golpe no fue tan fuerte, tal vez está así más por la impresión que por algo peor.
—Si tú lo dices, pero no te salvas de una fuerte demanda y esto trascenderá a los medios, ahora sí vas a estar jodido porque es el peor momento, todos los ojos están sobre ti.
—Te voy a despedir Steven, te juro que lo haré si no haces lo que te digo.
—Tú siempre amenazando a todos con despedirlos —murmuró el hombre de cabello rubio oscuro, quien se acercó a la mujer para tomar el pulso de su cuello—. ¡Está viva! —gritó asombrado.
—Por supuesto que está viva, ahora mueve esos brazos que nunca ejercitas y toma al bebé, yo la cargaré a ella.
—Dios mío, lo que me pagas no es suficiente Matthew...
A pesar de refunfuñar obedeció, quitó la manta que cubría al bebé, lo desenganchó de un canguro adherido al pecho de la joven mujer y lo cargó entre sus brazos, el niño pronto empezó a llorar.
— ¿Si un bebé llora después de ser atropellado es porque está bien o porque es algo malo? —preguntó Steve con semblante angustiado.
—Él debe estar bien, su madre lo tenía muy bien protegido, pero eso lo dirán los doctores en el hospital.
Fue lo único que dijo Matthew antes de tomar entre sus brazos a la joven mujer. El rostro se veía demacrado, y era demasiado ligera pareciendo que no había mayor peso en ella, pero aparte de eso notó que bajo el cabello que ocultaba parcialmente su rostro el tono de piel era un poco canela y sus rasgos la hacían ver bonita. La dejó sobre la parte trasera del auto, mientras Steve cargaba al bebé intentando que no llorara más, pero sin éxito. Pronto llegaron al hospital.
— ¿A quién estás llamando? —indaga Matthew a su acompañante luego de ver cómo se llevaban a la mujer y al bebé en una camilla.
—A tu secretaria, es necesario que invente algo para justificar por qué su jefe no llegó a la reunión con los empleados del Sindicato.
— ¿No te parece suficiente el haber atropellado a alguien con un bebé en brazos?
—Para ser sincero, ¡me parece demasiado!, en especial para que esos hombres se convenzan que eres un ser malvado, así como afirman.
—Eso no me importa, no entiendo para qué quieren hablar conmigo si no han resuelto sus demandas contigo, quien se supone no sólo es mi mejor amigo, sino también mi abogado y por tanto vela por mis intereses.
—Eso es lo que hago, te juro que es lo que hago, pero tú no colaboras.
— ¿Qué dices?, estoy trabajando, haciendo que la siderúrgica funcione a pesar de que un grupo de empleados decidió dejar de trabajar para hacer reclamos injustificados.
—Están en el sindicato, es evidente que sucedería en algún momento.
—Eso lo sé, pero podrían seguir trabajando mientras hablamos de qué es lo que quieren, el tiempo es dinero y si no fuera por mi habilidad en los negocios la fábrica cerraría y todos quedarían en la calle. Eso es lo que ellos no ven.
—Está bien, no tienes por qué enojarte conmigo, hablemos de ese asunto en otro momento, ahora lo más importante es que esa mamá con su hijo estén bien. Tendré que hablar con ella para minimizar la demanda.
—No, tú ve a la reunión, yo me quedaré aquí a esperar.
— ¿Estás seguro? Creo que sería mejor que yo me quedara y tú fueras a hablar con los empleados. George no estará muy contento.
—Me importa muy poco lo que piense el líder de ese grupito, además, estoy demasiado alterado como para pensar en ellos, terminaría despidiéndolos para que dejen de molestar.
Steve suspiró para luego asentir, sabía que lo que acababa de escuchar era verdad. Él sería capaz de hacer eso y el resultado sería desastroso.
—Muy bien, iré, habla con la mujer, asegúrale que una demanda no es una buena opción y hay otras formas de arreglar el asunto.
— ¡Naia ayúdame con la natilla! —solicita María del Carmen desde la cocina.— ¡Ya voy mamá! —exclama ella en respuesta antes de entrar en la cocina para lavarse las manos.— ¡Ya están listos los buñuelos! —anuncia la abuela Milagros a todos con una gran sonrisa en los labios mientras los coloca sobre la mesa del comedor.—Mamá ve a sentarse nosotras terminamos —pide su hija, preocupada de que se canse al estar de pie.—No, no, no, descansaré cuando me muera.—Mamá no digas eso.—Abuela no seas ave de mal agüero.—Tonterías, cuando Dios me llame a su lado estaré contenta de ir, porque me ha dado muchas bendiciones.Sonrió más feliz al ver su casa llena de una nueva familia. Ahora tanto ella como su hija vivían en una nueva casa, grande y hermosa situada en uno de los barrios más exclusivos de Manizales, porque por más que el esposo de su nieta las invitara a vivir con ellos en Estados Unidos, esa idea jamás le pareció encantadora. Ella era de las que preferían vivir y morir en su tierr
Naia jamás había viajado en un avión privado, menos que alguien le dijera que ahora le pertenecía. Se quedó sorprendida del lujo y comodidad. Aún estas cosas la abrumaban, y le daba vergüenza ordenar, aunque Matthew lo hacía con demasiada naturalidad, a veces parecía como si las otras personas no le interesaran, cómo si sólo ella y sus bebés fueran importantes para él, incluso la Siderúrgica había tomado un segundo lugar, porque cada vez iba menos a trabajar y había escuchado que delegaría a Steve como el nuevo presidente, aunque aún no tenía la certeza de que aquello fuera cierto.Durmió profundamente durante la mayor parte del trayecto que duró alrededor de once horas, mientras Matthew se encargaba de Leo y cuidaba su sueño.Ya tenía alrededor de nueve semanas de embarazo y lo que más sentía con este cambio era mucho sueño, por lo cual había pasado a dormir más de lo acostumbrado. Al principio sentía un poco de vergüenza, pero era Matthew quien la llevaba hasta la cama para que desc
Naia salió de los tribunales de justicia, en donde acababa de relatar su experiencia traumática mientras convivió con Curtis, además de los acontecimientos ocurridos un mes atrás cuando la raptó junto a su hijo del apartamento. Aquel relato logró que muchas personas la observaran con lástima, que otros miraran con odio a Curtis y a Ashley, pero en especial que Matthew intentara mantener la compostura para no saltar sobre aquel hombre.Ella pudo notarlo, pero lo más extraño sucedió cuando el juez preguntó sobre su actual relación sentimental y ella expresó que estaba comprometida con el papá de su hijo y que tenía dos meses de embarazo de su segundo bebé. Al parecer estas noticias no las conocía la rubia, porque al escucharlas gritó histérica y se lanzó al suelo sin importarle que pudiera lastimar su barriga de embarazada, la cual ya era visible. Algo más que Naia pudo notar es que esa mujer estaba sola, nadie de su familia la acompañaba, sólo uno de los abogados intentó controlarla.
Al salir del hospital, Naia esperó regresar al apartamento, por lo cual se sorprendió cuando el automóvil ingresó en la mansión del abuelo de Matthew.— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó ella.—Vamos a permanecer una pequeña temporada.— ¿Por qué? ¿Y el apartamento?—No considero que ese lugar sea seguro.—Pero Curtis ya no es una amenaza, ¿verdad?—No lo es, él está bajo detención, y ya ha iniciado su juicio, pronto recibirá su condena. Pero no quiero que regreses a ese lugar, no quiero que algo te recuerde lo que viviste ahí a causa de ese hombre —afirmó Matthew.Ella meneó la cabeza. No lo creía necesario, además, los golpes recibidos ahí habían sido menos que los que había recibido antes en Detroit, creía que era una medida un tanto exagerada, pero calló. Matthew estaba demostrando su lado más sobreprotector.Ambos descendieron del auto, Naia con Leo en los brazos, pero un par de pasos después Matthew fue quien cargó al niño.—No te sobre esfuerces.Naia elevó su ceja, volvió a menear
Naia dormía plácidamente, ya había pasado una semana desde que había sido hospitalizada, y aunque el médico había dicho que sólo permanecería durante dos días, esos se convirtieron rápidamente en siete. Pero no fue por sugerencia médica, sino por seguir las indicaciones de Matthew quien deseaba que Naia recibiera cuidado profesional las veinticuatro horas. Además, eso le daba tiempo de poner sus manos sobre situaciones y asuntos que requerían de su intervención.La diferencia es que ahora Leo dormía en una cuna al lado de su madre, y un pequeño se desarrollaba plenamente dentro de su vientre. Matthew observaba la escena sin dar crédito a que tanto hubiese sucedido en tan poco tiempo. Ahí estaba él, quien había expresado no tener intenciones de ser padre, resguardando el sueño de sus pequeños y el de su hermosa mujer.Ella aún tenía moretones que no habían desaparecido y que ensombrecían algunas zonas de su piel. Él tuvo que contenerse cuando la ayudó a bañarse por primera vez, al ver
Un golpe en la puerta los interrumpió. Luego ingresó el médico a cargo.—Veo que la paciente ya despertó.—Hace un momento —afirmó Matthew.— ¿Cómo se siente? Si presenta dolor...—No estoy llorando por el dolor, sino por la felicidad. Acabo de recibir un regalo, el mejor regalo del mundo —expresó con los ojos húmedos, pero una sonrisa esplendida.—Ya veo, pero quién le informó, ¿una de las enfermeras?El médico estaba un poco sorprendido.—No, fue Matthew, él acaba de decírmelo.— ¿Entonces fue usted? Vaya, en este caso no son los padres los primeros en enterarse.Matthew no estaba comprendiendo el rumbo de la conversación.—Por favor, explique de qué está hablando, porque no creo que sea sobre lo mismo.Desde luego el médico a cargo de Naia no estaba al tanto de la situación con Leo y él.—Del embarazo de la señora Naia Ortega, suponía que no lo sabían, pero al parecer sí.— ¿Qué dijo? —preguntó Matthew.— ¡Embarazo! —exclamó Naia tocando su vientre.—Sí, la señora tiene alrededor d
Último capítulo