Capítulo 3: Estarán bien

— ¿Cómo conoce mi nombre?, ¿Quién se lo dijo? —De repente se mostró a la defensiva. Matthew notó que el temblor de sus manos incrementó y ella evidenciaba un miedo que a él le resultaba incomprensible.

—El doctor, fue él quien me lo dijo.

— ¿Cómo lo supo?, ¿Quién habló con el médico?, ¿Quién tiene a mi bebé? —lo último fue preguntado en un hilo de voz.

Matthew exhaló el aire que no sabía estaba conteniendo. Aquella mujer lo había dejado perplejo en menos de un segundo, atrás quedaron sus problemas y posibles demandas. Ahora parecía que era necesario decir algo para calmarla. El orden de prioridades había cambiado sin darse cuenta cómo.

—Sus papeles, el médico dijo que encontraron sus documentos. Así fue como supo su nombre, tranquila, por favor.

Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas una vez más, al tiempo en que ella intentaba secarlas con las palmas de sus manos. Matthew se quedó estático, intentaba no mover ni un músculo para no alterarla más de lo que ya estaba. Elevó poco a poco sus manos para mostrar las palmas intentando con ello estuviera calmada.

—Su hijo está bien, estaba bien protegido, pero como es pequeño lo tienen en Pediatría, pero el médico aseguró que está bien, en cuanto a usted, él mencionó que tiene desnutrición, anemia y... —había olvidado lo último, pero de repente lo recordó—: ansiedad, mencionó golpes anteriores, pero dijo que aparte de eso estaba bien.

Matthew no recordaba que esas fueran las palabras exactas del médico, pero necesitaba que ella lo creyera, por lo que continúo:

—Estará bien, usted y su bebé estarán bien, debe tranquilizarse.

No obstante, el resultado no fue el esperado, porque ella empezó a llorar mucho más que antes, al tiempo en que se restregaba la piel intentado secar las lágrimas que caían a borbotones.

En ese momento Matthew no sabía que eso era lo que ella más deseaba en el mundo, que tanto ella como su bebé estuvieran bien, y que para conseguirlo ha hecho hasta lo imposible, primero soportar creyendo que si ella resultaba lastimada, por lo menos su bebé estaría a salvo, luego escapar cuando se dio cuenta de que a pesar de su sacrificio eso no sería posible.

Alguna vez leyó en alguna parte que la vida estaba llena de espinas y rosas, pero desde que conoció a ese hombre que le pintó el cielo de colores creyó que por fin su vida empezaba a ver esas maravillosas flores, dejando de lado las espinas que le perseguían. Sin embargo, todo había sido una mentira, un completo engaño que Curtis Poulus preparó para ella, porque las flores pronto desaparecieron luego de llegar a Estados Unidos, y las espinas fueron más largas, agudas e hirientes que nunca antes.

Naia conoció a Curtis cuando tenía veintidós años, se enamoró a través de internet, una aplicación fue el medio que los unió, ella nacida en Manizales, Colombia, rodeada de muchas necesidades que no lograba satisfacer y poco apoyo familiar, supuso que conocerlo había sido una bendición. Él era amable, cariñoso, atento y se preocupaba por ella, algo a lo que no estaba acostumbrada. Se dejó deslumbrar por aquel hombre que le prometió el cielo y la tierra, además de hacer realidad el sueño americano logrando tener una vida próspera para ayudar desde la distancia a los suyos. De verdad, en aquel momento pensó que había atrapado el cielo con las manos y que todo estaría bien. Pero, ahora, dos años después, había logrado comprender que en lo que se había embarcado era en una pesadilla que jamás terminaba.

Observó al gringo que le estaba hablando, era realmente atractivo, de esos que saldrían en revistas o serían actores famosos, hombres que podrían prometer el cielo y la tierra para que mujeres inocentes como ella cayeran a sus pies. Pero ya no más, ahora el único hombre que le importaba y por el cual entregaría su vida era su hijo: Leo. Era un pequeño inocente, más que ella, él no tenía la culpa de haber nacido de un hombre ruin y despiadado como Curtis. Debía protegerlo a como diera lugar. Ese era su mayor propósito en la vida.

—Señorita Ortega, es importante que se calme para poder hablarle, no entiendo por qué está así, de verdad, su hijo está bien, podemos hablar con una enfermera para que lo traiga, y usted está siendo tratada.

—Por favor, diga que traigan a mi bebé.

—Espere un momento.

Matthew salió de la habitación, una preocupación que no era suya escalaba por su cuerpo. Se acercó a la primera enfermera que encontró para solicitar trajeran al bebé. Fue vehemente en expresar que era importante no tardaran en ello. Luego regresó a la habitación.

—Lo traerán, sólo debe esperar —habló pauso y calmado. Atrás quedaron las maldiciones que cada tanto suelen aparecer en sus labios.

—Yo debo irme de aquí —expresó ella con una nueva preocupación.

—Debe esperar a que el médico le dé el alta. Si está bien será pronto.

—No, usted no entiende señor, yo no puedo estar aquí, no tengo dinero para pagar atención médica.

En el tiempo en que llevaba en Estados Unidos había entendido que hasta para ir al hospital debía tener dinero, en especial, porque las cuentas resultaban demasiado caras y miles de dólares debían ser pagados. Lo sabía muy bien, porque por eso cuando Curtis la dejaba muy mal él prefería pagarle a una enfermera que conocía para que la atendiera y sólo en dos ocasiones debió llevarla al hospital, lo que le significó una nueva arremetida de él en su contra por hacerle gastar dinero como si ella tuviese la culpa, cuando era algo que él mismo provocaba, pero no era capaz de asumir.

—Dinero, bien, ese es un idioma que hablo a la perfección —expresó ahora con más entusiasmo—. No se preocupe por eso, yo asumiré el pago total de la cuenta del hospital.

Naia lo observó, él lucía extraño, ¿era doctor?, ¿quién había dicho que era?, no recordaba si lo había mencionado.

— ¿Quién es usted?

—Ya se lo dije, soy la persona que la golpeó con mi auto, pero fue un accidente, no fue algo intencional.

Ella agachó su cabeza, pareciera que intentara recordar algo sobre lo sucedido, pero muy poco llegaba a su mente, lo último que rememoraba era cuando había intentado comprar algo de leche, pero se sintió devastada porque no tenía el dinero suficiente para adquirir algo bueno para su bebé. Luego intentó cruzar la calle, pero después de eso no recordaba más.

—Lo siento —Se disculpó—, de verdad, no me di cuenta, estaba distraída.

“¿Ella estaba aceptando su culpa y lo estaba librando de cualquier mala intención?”

—Está bien, yo también lo siento, me distraje por un momento y no la vi, pero apenas entendí lo que estaba sucediendo actué rápido y por eso su lesión no es de gravedad —aseveró.

—Gracias señor, y de nuevo me disculpo por causarle problemas.

Ella hablaba como si no tuviera mucha vida dentro de su cuerpo. El tono era bajo y la tristeza se transmitía en cada sílaba. Matthew jamás había conocido a alguien que le hablara de esa forma, una sumisión extrema y dolorosa.

—Señor, no tengo dinero para devolverle lo que usted pague en este lugar.

— ¿Pagarme? —en definitiva eso era algo que no esperaba.

—Sé que las cuentas médicas son muy caras, pero no tengo cómo devolverle el dinero.

Ella de verdad se sentía triste por esa situación.

—No es necesario que me pague, soy yo el responsable, es normal que sea quien pague por su atención, por mi culpa está aquí, fui imprudente.

Y ahora estaba aceptando aquella responsabilidad, eran las palabras perfectas que de ser grabadas podían arrancarle varios millones en el tribunal. Si Steve lo hubiese escuchado, estaba seguro se hubiera desmayado, o por lo menos hubiera fingido hacerlo, a veces él resultaba actuar demasiado dramático.

De repente ella volvió a levantarse de la cama, pero esta vez de forma intencional dejó caer sus rodillas sobre el suelo. La expresión de dolor se sumó a la angustia que exhibía y esto fue evidente.

—Por favor señor, no me denuncie, por favor, permítame irme con mi hijo, no llame a la Policía.

Matthew no supo en qué momento los papeles cambiaron y ahora él era quien podía acusarla a ella. Pero, ¿por qué ella creía tal cosa?, ¿acaso no estaba consciente de que era quien podía recibir una compensación? No lograba comprenderla, ni un poco.

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