Capítulo 4: Dos cosas

—Por favor, levántese, no está en condiciones de hacer eso, además que es extraño.

Se apresuró a ayudarle a levantarse, pero ella se resistió, unió las palmas de sus manos y las elevó como si le estuviese rezando.

—Señor, mi hijo es lo único que tengo, por favor déjenos ir cuando lo traigan, no quiero hablar con la Policía, ni con otra persona, sólo quiero irme de aquí.

Sus ojos estaban inundados una vez más de lágrimas, pero él no lograba comprender el porqué de esta reacción.

—No lo haré, no llamaré a la policía, ni la acusaré, pero por favor levántese del suelo y escuche lo que tengo que decir.

Ella se dejó ayudar, pero por poco tiempo, porque tan pronto como sintió la cama tras suyo finalizó con cualquier contacto. No deseaba que la tocara, era notorio que establecía distancia. Matthew dio un par de pasos atrás. Por un momento, recordó aquella vez que encontró un animal herido, fue cuando apenas era un niño, y a pesar de querer ayudar al perrito en dificultades, él le rehuía e incluso le mostraba los dientes. En aquella ocasión su padre le dijo que era la reacción de defensa, porque estaba muy asustado creyendo que sería lastimado. No supo por qué recordó aquello, pero empezó a hablar.

—Sería usted quien podría demandarme por haber causado el accidente. No yo a usted, o bueno, eso sólo sería posible si el accidente hubiera sido intencional de su parte.

Ella meneó la cabeza de forma profusa para negarlo.

—No, yo no lo vi.

—Bien, entonces soy yo quien puede ser demandado, no al revés, así que no se preocupe que no tengo intención de llamar a nadie para resolver esta situación. ¿Me entiende?

Ahora movió su cabeza de forma afirmativa.

—Pero yo no quiero demandarlo, no quiero meterme en problemas —dijo mientras lo observaba con esos grandes ojos color marrón claro que brillaban por la humedad reciente de las lágrimas.

—Eso está bien, entonces lleguemos a un acuerdo, yo no la demandaré y usted no me demandará, ¿Entendido?

—Sí.

—Bien, como ya logramos entender ese punto, entonces no debe preocuparse por la cuenta del hospital porque yo cubriré todos los gastos y adicional a eso le daré una compensación económica.

—No.

— ¿No?

—Usted no tiene por qué darme dinero por haberme atropellado, no fue intencional y va a pagar el hospital, no puedo pedirle más.

—Vaya, eso no me lo esperaba— fue sincero—. ¿Está segura que no desea obtener ningún beneficio?, piénselo bien, puedo serle de ayuda.

Matthew era de los que creían que el dinero solucionaba todo, y en este caso luego de dárselo y que ella firmara el documento que Steve traería estaba seguro que todo estaría bien y quedaría en el recuerdo.

Mientras tanto, Naia estaba pensando en qué debía hacer. Ella no deseaba abusar de ese hombre que de alguna forma se estaba comportando amable y le estaba ayudando a pesar de todo. Pero, tampoco sabía en dónde pasaría la noche, ni qué comerían ella y su bebé en los siguientes días. Una idea cruzó su mente y elevó su mirada para hacer una pregunta.

— ¿Puedo pedir cualquier cosa?

—Sí, desde que sea algo razonable.

—De antemano me disculpo con usted si estoy siendo atrevida y pido demasiado, pero sólo hay dos cosas que deseo.

—La escucho.

—Trabajo y un lugar en donde pueda vivir con mi bebé.

— ¿Qué?

—Lo siento, pero por favor, aunque sea unos cuantos días, tal vez un par de semanas.

Esperaba que durante ese tiempo Curtis no lograra llegar a Pittsburg, que nadie la hubiese reconocido ni tampoco supieran cuál bus había abordado. Más que un deseo, era algo que le pedía con fuerza a Dios. Apretó sus manos y sus ojos, mientras clamaba por un milagro.

Matthew exhaló, se rascó la nuca y observó con atención la reacción de la mujer. No era de los que lograba conmoverse con facilidad, pero en esta ocasión, esa mujer lo estaba logrando con destreza.

—No tengo un trabajo que ofrecerle, no conozco sus capacidades, su profesión, nada.

Aquellas palabras fueron como un golpe directo al estómago. El rechazo en cada una de ellas provocó que sus ojos volvieran a inundarse de lágrimas, pero no dejó de insistir.

—Lo que sea, puedo hacer cualquier cosa, puedo limpiar, organizar una casa, cuidar niños, podar árboles, cualquier cosa —dijo mientras una lágrima de desesperación se resbalaba por la mejilla. Esto no pasó inadvertido para los ojos azules que la observaban.

—Bueno, supongo que a la señora Pressly no le vendría mal algo de ayuda.

Aquellas palabras hicieron que ella elevara su rostro para observarle, mientras en su pecho latía un mínimo de esperanza.

La puerta se abrió y por el umbral atravesó una enfermera con un precioso bebé en brazos. Su cabello aún era escaso, pero sus ojos azules brillaban al igual que su sonrisa al ver a su madre. Ella se apresuró a recibirlo para acunarlo entre sus brazos. En ese instante las lágrimas que aún no se habían escapado de las cuencas de sus ojos brotaron mientras lo observaba, revisando estuviera bien y su piel estuviese intacta.

—El bebé está bien de salud. El doctor le dará de alta en el momento en que usted también pueda salir del hospital —afirmó la mujer de uniforme blanco.

—Gracias —fue la única palabra que brotó de los labios de la joven madre. Sin embargo, las lágrimas no pararon de humedecer sus mejillas mientras ella le sonreía a su hijo y le besaba las manos. Todo ante unos ojos azules que no paraban de observar la escena.

Alguien más golpeó en la puerta, para luego ser abierta y por ésta asomarse un hombre de traje y cabello rubio oscuro. Era el abogado.

—No pueden haber tantos visitantes en la habitación —sentenció la enfermera con ojos fruncidos. Al parecer no era de las que se dejaban convencer del atractivo de los hombres.

—Está bien, yo sólo vine como el abogado del señor Garner, necesito hablar con la señora Naia Ortega para firmar un documento que exonera a mi cliente de cualquier responsabilidad por el accidente.

Todos los pares de ojos ahora se concentraron en el abogado. Pero los únicos que preocupó a Matthew fueron los de la mujer que fue nombrada, porque volvieron a llenarse de preocupación, luego de que brillaran por poco tiempo con algo de esperanza.

— ¿Entonces no me dará lo que pedí? —indaga ella con visible desasosiego.

—Lo siento, mi abogado es un poco impertinente y no sabe que primero debe hablar con su jefe antes de hacer algo por su cuenta.

— ¿De qué hablas? Si estoy trayendo el documento que tú mismo...

No pudo decir más, porque Matthew se apresuró a salir de la habitación antes de que terminara la frase que bailaba en su lengua.

Naia observó desconcertada, mientras expresaba angustia en sus facciones.

—Es mejor que descanse, puedo dejar al bebé con usted, pero no podrán abandonar el hospital por el momento, usted necesita se le administren varios sueros intravenosos, también deberá comer algo, su cuerpo no está en buenas condiciones señora —habló la enfermera de cabellos rubios.

—Ok. Gracias. —La observó, pero esquivó rápido la mirada, no podía expresar confianza ante nadie más que su bebé.

— ¿Qué te sucede? —Preguntó Steve— ¿Por qué me sacas de la habitación? Sólo falta que se escriba el valor acordado y que ella firme.  Así se solucionará el problema.

—Ese documento ya no es necesario.

—Como tu abogado debo recordarte que los acuerdos verbales no son suficiente ante la corte.

—No iremos a los tribunales de justicia, he llegado a un acuerdo diferente con la señorita Ortega.

— ¿Diferente? Si no se trata de dinero ¿qué puede ser?

—Trabajará en mi casa, ayudará a la señora Pressly con las tareas domésticas.

— ¿De qué estás hablando?, es una broma —forzó una sonrisa.

—No lo es, ve y cambia este documento por un contrato laboral, hazlo por un mes, ¿o tal vez dos? —Se preguntó a sí mismo.

Steve arrugó su entrecejo y meneó la cabeza.

—No entiendo esta broma.

—Ella no desea recibir dinero, dice que tiene la culpa por estar distraída, tampoco me señala como culpable.

—Entonces eso es perfecto, pero ¿por qué la quieres contratar?

—Es lo que ella quiere, trabajo y un lugar para vivir con su bebé.

— ¿Qué? ¿Y aceptaste? —Matthew se encogió de hombros restando importancia—. ¿Quién eres y en dónde está mi amigo?

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