Accidente Destinado
Accidente Destinado
Por: Diana Sandoval
Capítulo 1: Accidente

—Señorita, hemos llegado —anuncia con tono suave una anciana.

Sin embargo, aquella dulce voz no logra llegar a los oídos de la mujer a quien van dirigidas estas palabras.

—No eres nadie, sólo una inútil cuyo único valor está entre sus piernas —espeta la voz masculina en su mente—. ¡Obedece Naia!

Naia se sobresalta y abre los ojos tan amplio como le es posible, está nerviosa, desorientada y sus manos tiemblan mientras aferra con fuerza al bebé de cinco meses que lleva entre sus brazos.

—Lo siento, no quise asustarla, pero ya todos han descendido del bus y como vi que estaba dormida, decidí despertarla—. Se excusa la mujer de cabellos blanquecinos, de pie al lado de su silla—: Hemos llegado a Pittsburgh.

La joven mujer de cabellos negros y ojos marrones asiente sin atreverse a emitir un solo sonido. Lo único que hace es abrir la manta para confirmar que su bebé se encuentra a salvo.

—Es un bebé precioso, no lloró en todo el trayecto, a pesar de que pensé que estaría intranquilo, soportó muy bien las cuatro horas y media de viaje.

Naia volvió a observar a la mujer, no comprendía por qué le estaba hablando cuando si ni siquiera la conocía, mucho menos lograba comprender por qué estaba siendo amable con ella. Se levantó de su silla, tomó la pequeña maleta para acomodarla en su espalda y procedió a descender del autobús dejando atrás a la anciana.

— ¿Tu hermano te dijo por qué no llegó a tiempo para viajar con nosotras? —preguntó otra mujer mayor a quien parecía ser su hija.

—Dijo que un hombre estaba desesperado buscando a su hijo, al parecer una loca se lo robó y entonces hizo un gran escándalo porque estaba buscándola, con todo ese alboroto Tom se distrajo y no alcanzó a llegar a tiempo —respondió la joven mujer—, pero abordará el siguiente bus.

Naia empezó a temblar, aquellas palabras no iban dirigidas a ella, pero sin que se lo confirmaran sabía que era la protagonista de aquel comentario. Elevó la capucha de su chaqueta acolchada intentando ocultar su rostro. Caminó sin un lugar al cual ir, lo único que deseaba era alejarse lo máximo posible de Detroit, el único problema es que el poco dinero que tenía en sus bolsillos sólo le había alcanzado para pagar un pasaje hasta Pittsburgh. No tenía información de esta ciudad, ni nadie con quien pudiera contar, pero era igual con cualquier ciudad en Estados Unidos, un país que no era el suyo. Sólo abordó el primer bus que le permitiera alejarse lo más pronto posible.  

Notó que un hombre la miró con curiosidad, así que intentó cubrir más su rostro, una mujer de origen latino como ella resaltaba más de lo que deseaba. Decidió salir de la central de autobuses en busca de algo de leche tibia para su bebé. Llevaba días sin comer bien y sus senos ya no producían la cantidad suficiente para saciar a su pequeño Leo.

Frente a una cafetería rebuscó entre los bolsillos, contó los escasos billetes y monedas que atesoraba, lo único que le restaba eran siete dólares con cincuenta centavos. Sus ojos se llenaros de lágrimas, dio la vuelta para alejarse mientras atravesaba la calle sin percatarse que un auto se acercaba con un conductor distraído.

—Diablos Steve, ese es tu maldit0 trabajo, eres quien debe encargarse de ese tipo de problemas, no pretendas que yo solucione todo —vociferó Matthew con evidente enfado al tiempo en que golpeó el manubrio de su auto—. Esos empleados, despídelos, son unos holgazanes, ¡sólo despídelos! —gritó enfadado mirando a su acompañante sin percatarse de lo que había delante de su camino.

— ¡Detente! —exclamó Steven, el abogado que le acompañaba, cuando notó que alguien estaba cruzando la calle por el lugar incorrecto.

Matthew giró su cabeza tan rápido como le fue posible evidenciando el porqué de aquella advertencia. Su pie presionó rápido el freno mientras sus manos intentaron desviar el automóvil, pero a pesar de sus esfuerzos alcanzó a golpear a un transeúnte.

Luego de una maldición y el susto golpeando su pecho, se apresuró a ver si había matado a alguien.

— ¡Dios mío! La demanda de los empleados del sindicato será lo de menos comparado con esto.

—Si no vas a ayudar es mejor que te calles —espetó Matthew mientras se acercaba a aquella persona en el suelo.

— ¡Dios mío es una mujer! y ¿ese es un bebé? —sollozó el abogado llevando sus manos al rostro, mientras una nueva gran maldición surcó los labios carnosos del otro hombre alto, de cabello castaño con tonos rojizos y ojos azules que observaba muy asustado la escena. —No sólo perderás la licencia, deberás atravesar una demanda y tal vez varios años de cárcel —agregó.

—Ya te dije que si no vas a ayudar no digas nada, eres mi abogado ¿no?, se supone que te pago para defenderme, ese es tu trabajo, ahora ayúdeme a subirla al auto, debemos llevarla al hospital.

—Pero...

—El golpe no fue tan fuerte, tal vez está así más por la impresión que por algo peor.

—Si tú lo dices, pero no te salvas de una fuerte demanda y esto trascenderá a los medios, ahora sí vas a estar jodido porque es el peor momento, todos los ojos están sobre ti.

—Te voy a despedir Steven, te juro que lo haré si no haces lo que te digo.

—Tú siempre amenazando a todos con despedirlos —murmuró el hombre de cabello rubio oscuro, quien se acercó a la mujer para tomar el pulso de su cuello—. ¡Está viva! —gritó asombrado.

—Por supuesto que está viva, ahora mueve esos brazos que nunca ejercitas y toma al bebé, yo la cargaré a ella.

—Dios mío, lo que me pagas no es suficiente Matthew...

A pesar de refunfuñar obedeció, quitó la manta que cubría al bebé, lo desenganchó de un canguro adherido al pecho de la joven mujer y lo cargó entre sus brazos, el niño pronto empezó a llorar.

— ¿Si un bebé llora después de ser atropellado es porque está bien o porque es algo malo? —preguntó Steve con semblante angustiado.

—Él debe estar bien, su madre lo tenía muy bien protegido, pero eso lo dirán los doctores en el hospital.

Fue lo único que dijo Matthew antes de tomar entre sus brazos a la joven mujer. El rostro se veía demacrado, y era demasiado ligera pareciendo que no había mayor peso en ella, pero aparte de eso notó que bajo el cabello que ocultaba parcialmente su rostro el tono de piel era un poco canela y sus rasgos la hacían ver bonita. La dejó sobre la parte trasera del auto, mientras Steve cargaba al bebé intentando que no llorara más, pero sin éxito. Pronto llegaron al hospital.

— ¿A quién estás llamando? —indaga Matthew a su acompañante luego de ver cómo se llevaban a la mujer y al bebé en una camilla.

—A tu secretaria, es necesario que invente algo para justificar por qué su jefe no llegó a la reunión con los empleados del Sindicato.

— ¿No te parece suficiente el haber atropellado a alguien con un bebé en brazos?

—Para ser sincero, ¡me parece demasiado!, en especial para que esos hombres se convenzan que eres un ser malvado, así como afirman.

—Eso no me importa, no entiendo para qué quieren hablar conmigo si no han resuelto sus demandas contigo, quien se supone no sólo es mi mejor amigo, sino también mi abogado y por tanto vela por mis intereses.

—Eso es lo que hago, te juro que es lo que hago, pero tú no colaboras. 

— ¿Qué dices?, estoy trabajando, haciendo que la siderúrgica funcione a pesar de que un grupo de empleados decidió dejar de trabajar para hacer reclamos injustificados.

—Están en el sindicato, es evidente que sucedería en algún momento.

—Eso lo sé, pero podrían seguir trabajando mientras hablamos de qué es lo que quieren, el tiempo es dinero y si no fuera por mi habilidad en los negocios la fábrica cerraría y todos quedarían en la calle. Eso es lo que ellos no ven.

—Está bien, no tienes por qué enojarte conmigo, hablemos de ese asunto en otro momento, ahora lo más importante es que esa mamá con su hijo estén bien. Tendré que hablar con ella para minimizar la demanda.

—No, tú ve a la reunión, yo me quedaré aquí a esperar.

— ¿Estás seguro? Creo que sería mejor que yo me quedara y tú fueras a hablar con los empleados. George no estará muy contento.

—Me importa muy poco lo que piense el líder de ese grupito, además, estoy demasiado alterado como para pensar en ellos, terminaría despidiéndolos para que dejen de molestar.

Steve suspiró para luego asentir, sabía que lo que acababa de escuchar era verdad. Él sería capaz de hacer eso y el resultado sería desastroso.

—Muy bien, iré, habla con la mujer, asegúrale que una demanda no es una buena opción y hay otras formas de arreglar el asunto.

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