Tamara, que había vuelto a la habitación para recoger su celular, quedó completamente sorprendida.
Por instinto quiso acercarse para ver cómo estaba Lucía.
Pero Felipe le lanzó una mirada helada.
El cabello de Felipe ya estaba algo desordenado. La rabia le hacía latir con fuerza la sien mientras la llamaba con voz contenida:
—Lucía.
Le agarró la muñeca con tal violencia que parecía querer romperle los huesos.
El aire del cuarto de hospital estaba cargado de tensión.
—¡Suéltala! —gritó Tamara.
Lucía sostuvo la mirada helada de Felipe.
—¿Qué pasa? ¿Vas a golpearme por Jenifer?
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando la fuerza de Felipe aumentó todavía más.
—Eres completamente irracional.
Dicho eso, la soltó con brusquedad.
Luego empujó la silla de ruedas de Jenifer y se dispuso a salir de la habitación.
En el instante en que Jenifer se giró al ser empujada, lanzó a Lucía una mirada llena de desprecio.
Cuando ambos estaban ya en la puerta, Lucía, sentada en la cama, soltó una