60

Abrió la caja y sacó un precioso solitario redondo con engaste de platino. Se lo puso en el dedo. Era un poco grande, tanto por el tamaño del aro como por su peso, pero era perfecto. Ella se tapó la boca con la otra mano mientras admiraba el anillo y su brillo.

—Es absolutamente precioso. No podría pedir nada más. De verdad. No sé si podría llevar un diamante más grande sin ayuda.

Él rió entre dientes. —Te juro que no parecía tan grande en la tienda.

—Claro que no. Tienes las manos enormes.

—Lo único que me importa es verlo en tu mano. No podría hacerme más feliz.

Se inclinó hacia delante y la besó suavemente. Era la primera vez que sus labios se tocaban desde la ruptura, y fue como si volviera a nacer. Ese roce de beso le confirmó lo mucho que estaban hechos el uno para el otro. Si no lo fueran, no habrían encontrado la manera. Este era su lugar, con él, al otro lado de sus problemas. O al menos de algunos de ellos.

—Esta sería la parte en la que nos despojaríamos de la ropa y haríam
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