Finalmente, tiró la pala a un lado y depositó el cervatillo en la tumba, con el pecho tan apretado y lleno que solo podía respirar superficialmente. "Aquí tienes.
Bien abrigado."
Un trueno retumbó en la distancia y el viento y la lluvia arreciaron, fríos al tocarle las mejillas. Lexi pasó la mano por el pelaje del cuello del animal, empapado por la lluvia, y luego volvió a trabajar con la pala, cada movimiento más rápido que el anterior porque no soportaba verlo medio cubierto de barro. Los ciervos eran considerados animales estúpidos, pero ¿lo extrañaría la madre? Sentiría su pérdida.
No había sentido al bebé moverse, pero... Lexi apagó sus pensamientos, pero ya era demasiado tarde. El dolor llegó, rápido, punzante, robándole lo que le quedaba de aliento. Cuando la última palada de tierra estuvo en su lugar, se giró para regresar a la casa y al té relajante que había dejado, pero en el camino la luz de su linterna captó un destello rojo.
Daniel había remolcado su coche por la entrad