Alexander
La cita estaba fijada. El lugar, ese maldito café en el que nos habíamos encontrado tantas veces, lo elegí yo. El mismo lugar donde las palabras se tejían con nerviosismo, donde la distancia entre los cuerpos nunca era solo física, sino emocional, como un espacio invisible que se negaba a desaparecer. Pero esta vez no era como las demás. Esta vez no íbamos a hablar de nada superficial. Esta vez íbamos a despojarnos de las máscaras, de las paredes, de los escudos que nos habíamos construido alrededor de nuestros corazones.
Mia ya había llegado cuando entré. Estaba sentada en una mesa al fondo, mirando por la ventana como si el mundo fuera un lugar que ya no le pertenecía. La vi. No era la misma mujer que había dejado atrás, ni la que me había destrozado con su ausencia. Ella estaba diferente, más frágil, pero también más fuerte de lo que recordaba.
Caminé hacia ella con el corazón latiendo con fuerza, algo que ya no me era tan familiar, algo que no sabía si debía temer o acep