Capítulo 37: Acorralada.
La luz de la mañana se filtra por las cortinas con una insistencia que me obliga a abrir los ojos. Me quedo inmóvil un momento, dejando que mis sentidos se estabilicen. Estoy en mi habitación. No me siento arrepentida por lo que pasó anoche; ya no queda espacio para el arrepentimiento en una vida que se ha convertido en un campo de batalla. Sé exactamente cuál es mi lugar en la jerarquía de Lucien. Fui a su cama, le pedí que me tomara y disfruté de la autodestrucción. Pero también sé lo que significó para él: una distracción, una propiedad, un veneno necesario. No espero amor ni ternura de un hombre que no sabe cómo darlos.
Por eso, en medio de la madrugada, cuando él parecía dormir profundamente, me deslicé fuera de las tibias sábanas con la agilidad de una sombra. Recogí mi ropa del suelo, me vestí en silencio y caminé por los pasillos oscuros hasta mi propio cuarto. No quería que al despertar pensara que yo estaba malinterpretando nuestro carnal acercamiento.
Me estiro en la cama y