Mientras el mensaje había dejado a todos con el peso de la tensión, la música aumentaba en olas suaves, como un mar que finge calma antes de romperse contra las rocas. Manhattan brillaba a través de los ventanales, indiferente, inmenso… y, sin embargo, Isabella sentía que el mundo entero le latía encima del esternón.
Nick alertaba a Carter y Arthur, Giorgio a unos metros, impecable, tranquilo, pero sus ojos esos ojos que siempre la encontraban en cualquier multitud la estaban buscando incluso antes de que ella los mirara.
Isabella tragó aire. Otra vez el mensaje. Otra vez esa frase clavándose como un alfiler en su nuca.
“Tú mataste a alguien. Y vas a pagarlo.”
El sudor frío le recorrió la espalda debajo del vestido.
Nick dio un paso hacia ella, pero Isabella levantó una mano. —Nick… —susurró— todos corren peligro por mi culpa.
Él frunció el ceño de inmediato. Apenas habló, porque Strauss se había acercado sin ser llamado.
El viejo lobo olió la tensión como un animal salvaje.
—Isabell