Lunes - Finca Fitzgerald…
El sol se filtraba tímido entre las cortinas pesadas de la habitación. El sueño no había sido un descanso, sino un suplicio. Nick despertó con la boca seca, el cuerpo pesado y la cabeza latiendo como un tambor de guerra que palidecía en comparación con el desgarro en su pecho. La resaca del alcohol era nada frente a la resaca emocional que lo embargaba, un vacío absoluto, una devastación que le recordaba cada segundo que Isabella ya no era suya.
Se incorporó lentamente, las sábanas pegadas al torso desnudo. El silencio era insoportable. Caminó hasta el baño, abrió la puerta y, de pronto, el mundo se detuvo cuando lo vio, semiabierto sobre el lavabo: el estuche de maquillaje de Isabella. Con manos temblorosas, lo abrió. Entre sombras y brillos, descansaba la caracola. Aquel objeto simple y perfecto que Giuseppe le dio a su hija y que ella, en un gesto de confianza absoluta, había traído consigo a su refugio.
Nick la tomó.
La concha era fría y suave contra su