Esa noche, vistió un vestido negro que fluía con cada movimiento. Nick la esperaba en el lobby, con una sonrisa que iluminó su rostro al verla.
El club era una explosión de energía latina: luces vibrantes, música contagiosa y parejas moviéndose con gracia en la pista. Bebieron mojitos, rieron y bailaron hasta que el sudor les brillaba en la piel. Nic, para sorpresa de Isabella, resultó ser un bailarín excepcional.
— ¡Me guardaste este secreto! —gritó ella sobre la música, mientras él la giraba con destreza.
— ¡Tengo muchos talentos, hermosa! —respondió él, riendo.
En un momento de calma, sentados en un área VIP, Nicholás se acercó. Su expresión era seria pero cálida.
—Isabella —dijo, alzando su copa—. He pensado mucho en lo que hablamos ayer. Y he decidido que no dejaré de trabajar contigo ni con tu familia. Personas como tú… leales, sinceras, valientes… no se encuentran en cualquier lugar. —Hizo una pausa, mirándola con admiración—. Así que brindo por ti. Por esta amistad única y por