1:25 a.m. – Mansión Moretti, Long Island…
La noche ya no era noche.
Era una amenaza.
Y el camino de regreso a casa… parecía eterno.
El auto frenó frente a las rejas de la mansión. Giorgio no esperó a que el guardia abriera: activó el protocolo de emergencia y las puertas se deslizaron con un sonido seco.
Sebastián, con el rostro endurecido, bajó primero y corrió a rodear el ala este. Charly descendió del otro auto y abrió la puerta trasera.
—Isa, Alessa, vamos. Ya están esperando.
Isabella bajó con el corazón en un puño. Su abrigo flotaba tras ella, pero no sentía frío.
Solo el peso de algo que aún no entendía… pero que se acercaba.
Al ingresar, todo estaba en silencio.
Demasiado silencio.
—Tu padre está en el despacho —dijo Charly, sin mirarla.
Ella cruzó el salón principal. Al pasar junto a un espejo de cuerpo entero, se vio: el cabello revuelto, los labios hinchados por el beso con Nick, el rostro pálido.
No era la misma que había salido esa tarde.
Empujó la puerta del despacho sin