La mañana había transcurrido con calma en el Penthouse. Aelin se había permitido un instante de silencio, disfrutando del aroma del café mientras Sasha revisaba la correspondencia. El murmullo de la ciudad llegaba atenuado por los ventanales, como si todo el mundo estuviera a kilómetros de distancia.
Fue en ese instante cuando un golpe seco en la puerta hizo que Sasha se pusiera en guardia. Aelin levantó la mirada, percibiendo esa vibración en el aire que precedía a los encuentros decisivos. Darian se levantó de su asiento con el porte de un león dispuesto a interponerse ante cualquier amenaza.
La puerta se abrió y un hombre alto, vestido de negro, entró sin ceremonias. Su sola presencia parecía arrastrar las sombras consigo. Era Riven, el segundo al mando de Nox Caelis, a quien Aelin había dejado en un lugar seguro cuando todo comenzó.
—Riven —pronunció ella, sin disimular la sorpresa, aunque en sus ojos brilló un destello de reconocimiento.
El hombre se inclinó levemente.
—Perd