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Capitulo 2 LA SERPIENTE VUELVE AL NIDO

ISABELLA DE LA RIVA

La ciudad se despertaba bajo un cielo gris, cubierto por una neblina espesa que parecía presagiar tormenta. Era el tipo de día en que hasta los cuervos callaban. Aelin lo sintió desde el primer momento en que abrió los ojos.

Isabella De la Riva había llegado para quedarse.

—Se hospedará en la residencia Elizalde hasta que encuentre un lugar propio —le anunció Leonard con total naturalidad esa mañana, mientras le servía café en su penthouse de reuniones.

—¿Residencia Elizalde? —repitió Aelin, alzando una ceja con elegancia.

Leonard sonrió como si no entendiera su reacción.

—Claro. Fue como una hermana para mí toda la infancia. Sería grosero no ofrecerle hospitalidad. Dirán que no somos educados, y que no mostramos calidez.

Aelin sostuvo su mirada durante un largo segundo. Él no parpadeó. Pero sus pupilas dilatadas, su mano tensa al apoyar la taza, y el leve temblor en su voz lo delataban. Él sabía que mentía. Y sabía que ella lo sabía.

—Qué considerado de tu parte —dijo Aelin al fin, con una sonrisa dulce. Parece que tu calidez se pasa de amable.

Leonard se relajó.

—Sabía que entenderías.

Claro que entendía. Entendía mejor que nadie lo que era una jugada encubierta.

===/===

La vio por primera vez esa tarde. Isabella bajó de un auto de lujo como si la ciudad le perteneciera. Llevaba gafas oscuras, un vestido rojo carmín que se ajustaba a cada curva y unos tacones que retumbaban como truenos sobre la entrada de mármol.

—¡Aelin! —exclamó fingiendo alegría al verla, quitándose las gafas—. ¡Qué gusto conocerte por fin!

La abrazó, sin pedir permiso, su perfume caro, impregnando el aire con una dulzura empalagosa.

—El gusto es mío… Bella —dijo Aelin, sin romper la sonrisa. Sus brazos no se movieron. Parecía una muñeca perfecta.

—Leonard me ha hablado tanto de ti. Me cuesta creer que al fin encontró a alguien. Porque en el pasado Solamente tenía ojos para mí, me atendía como si fuera un diamante, por eso me extraña que ahora se haya comprometido contigo. — dijo Isabella, con una sonrisa enigmática.

—Y yo creí que eras solo una historia del pasado. Me alegra que hayas vuelto.

Isabella entrecerró los ojos, evaluando. Y sonrió. Ella sabía jugar. Se le notaba en cada gesto.

—Espero no ser una molestia en su residencia.

—En absoluto. Una amiga de la infancia siempre es bienvenida —dijo Aelin, clavándole los ojos como dagas—. Siempre.

===/===

Los días siguientes fueron una danza venenosa.

Isabella parecía estar en todas partes. Desayunaba con Leonard. Lo acompañaba a reuniones. Se instaló en una habitación contigua a la suya. Reía fuerte, se sentaba demasiado cerca, tocaba demasiado.

Y Leonard… Leonard la miraba como no miraba a Aelin.

La familia Valtierra, por su parte, aprovechaba cada oportunidad para menospreciarla, y humillarla. Su “madre” adoptiva la humillaba frente al personal de servicio, nunca perdía la oportunidad.

—Si tan solo hubiéramos casado a Leonard con una verdadera hija de sangre. Al menos Isabella tiene clase, ella sería una mejor nuera que tú —decía en voz alta, como si ella no estuviera presente.

Su “hermana” adoptiva, Celeste, se burlaba de su pasado en el orfanato.

—No importa cuánto dinero tengas, Aelin. Siempre tendrás las manos sucias del callejón, y ese olor a podredumbre.

Aelin no respondía. No todavía. Estaba observando, memorizando, esperando. Como toda buena asesina. Olfateando, como todo un sabueso.

Pero por dentro, la rabia crecía como una tormenta comprimida.

===/===

Una noche, Isabella se cruzó con ella en el pasillo. Llevaba puesto el pijama de Leonard. Delicado, de seda, con las iniciales bordadas.

—Oops —dijo fingiendo sorpresa—. Me equivoqué de habitación. De nuevo.

—Te entiendo. Las ratas suelen perder el rumbo cuando cambian de alcantarilla —respondió Aelin en voz baja.

Isabella se rio.

—Tan afilada, querida. ¿Siempre fuiste así o lo aprendiste en el orfanato?

Aelin no se movió. Su rostro siguió impasible.

—¿Y tú siempre fuiste tan desesperada por atención ajena, y roba marido o lo aprendiste en el extranjero?

La sonrisa de Isabella se tensó. Sus ojos brillaron con una chispa oscura. Sabía que Aelin no era tan dócil como aparentaba. Y eso la ponía nerviosa. Sabía que esta lucha, iba a ser fuerte y extendida

—Veremos quién se queda con el príncipe al final —dijo Isabella, antes de dar media vuelta, y regresará a su habitación.

Aelin no respondió. Solo susurró cuando ella ya se había ido:

—Tú juegas con fuego. Yo soy el incendio.

===/===

Esa misma noche, Aelin entró al sistema privado de vigilancia de la mansión Elizalde. Lo hizo desde un canal oculto de Nox Caelis. Las imágenes no tardaron en aparecer: Leonard e Isabella en la biblioteca, hablando cerca, demasiado cerca. Leonard tocándole la mejilla. Isabella besándolo en la comisura de los labios. Él no la detuvo. Eran descarados al máximo.

Aelin cerró los ojos un segundo. No por dolor. Ni por celos. Si no para contener el impulso de ir y acabar con los dos en ese instante.

Pero no. Ella no era impulsiva.

Ella era precisa.

Y ahora tenía un objetivo claro.

===/===

Esa tarde Aelin estaba en el jardín trasero, bajo la luna. Entre sus dedos giraba lentamente el antiguo collar que había encontrado en la caja. Su mente comenzaba a girar en otra dirección. Ya no era solo Leonard. Ya no era solo venganza»

Era su origen. Su sangre.

Y el símbolo de los dragones cruzados grabado en el broche la llamaba como una voz enterrada en el tiempo.

Pronto buscaría respuestas. Pero antes… «Haría que Isabella y Leonard pagaran».

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