MARTÍN.
Al principio Ana, no dijo nada, se quedó totalmente callada. Sonríe, pero no es una sonrisa normal, de esas que expresan emoción y felicidad, es una sonrisa de esas que más bien te producen miedo en las películas, justo cuando la chica sexy se vuelve loca y saca un cuchillo para empezar a matar a todos a su alrededor.
Se levantó de la cama y me entregó el tarro de helado, sus ojos estaban perdidos en el infinito, camino a la puerta de la habitación y salió, la escuche gritarle al personal de seguridad, que luego entró corriendo al cuarto informándome que la “señorita salió”.
Corro como un desquiciado y la alcanzó en el lobby del edificio.
—¡Ana! —gritó tan fuerte como puedo para detenerla. Se gira sobre sus talones y su rostro aparece desfigurado por la rabia.
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